El misterioso señor Mertins, el traficante de armas de Colonia Dignidad

Ex oficial de las SS y motejado como uno de los más grandes vendedores de armas del mundo, era íntimo amigo de los colonos y un hombre que visitaba frecuentemente Concepción.

Gerhard Mertins fue uno de los miles de oficiales de las SS ―los cuerpos de elite de Hitler― que logró salir indemne de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de que fue un destacado oficial, que alcanzó el grado de mayor y y estuvo implicado en un homicidio en el norte de Italia,  jamás fue incluido en lista de detención alguna y pudo integrarse cómodamente a la vida civil.

Más que cómodamente, en realidad. De hecho, pudo entrar a trabajar a la Volkswagen e incluso, según relata el periodista Ken Silverstein en su libro “Private warriors”, no tuvo problema alguno para encabezar, en la década de los ’50, una organización neonazi llamada “Los Diablos Verdes“, que funcionaba en Bremen, ni tampoco para integrar hacia 1952 el proscrito Partido Socialista del Reich, el sucesor del partido nazi.

Tan bien protegido estaba que no dudó en iniciar hacia 1963, en Suiza, un floreciente negocio de tráfico de armas a través de una empresa llamada Merex, para lo cual se asoció con otro polémico personaje, el ex general nazi Reinhard Gehlen, que se entregó a los norteamericanos previo a la capitulación alemana, siéndole asignada posteriormente la responsabilidad de rearmar los servicios de inteligencia en Alemania Federal, aprovechando las redes de inteligencia que ya tenía montadas al interior de la entonces Unión Soviética.

De este modo, Mertins contactó como agentes de ventas de su empresa a decenas de otros ex nazis repartidos por el mundo, como Otto Skorzeny, el líder del grupo que rescató a Mussolinni cuando estuvo prisionero en el Sasso, que se refugió en España; a Hans Rudel, fugado a Argentina, donde construyó aviones para Perón; a Klaus Barbie, establecido en Bolivia, y a Friedich Schwend, en Perú. Este había sido el artífice de la operación “Bernhard”, por medio de la cual se falsificaron millones de libras esterlinas, con el fin de “reventar” la economía británica durante la Segunda Guerra Mundial, lo que se retrata parcialmente en la aclamada película “Los falsificadores”. A su vez, mantenía cordiales relaciones con el nazi “chileno” más famoso, Walter Rauff, mencionado en 1977 como “asesor” de la DINA y quien también se cree que tenía contacto con Mertins.

Vendedor

Gracias a los contactos de Gehlen, Merex creció exponencialmente, vendiendo armas a países del Tercer Mundo. Tanto creció que Mertins llegó a ser motejado por los servicios de inteligencia de diversos países como uno de los mayores traficantes del mundo, al nivel del mítico Monzer Al Kassar.

La revista mexicana “Proceso” describía a Mertins como “de cabello cano, pañuelo azul al cuello, anillos y reloj de oro (un regalo del rey de Arabia Saudita)”. Cuando se le preguntaba por su profesión, dice Silverstein, se presentaba como “comerciante en logística“; mientras, “Proceso” agrega que el ex nazi aseveraba que “mi negocio no es la muerte, sino el mantenimiento de la paz“.

Famosos fueron los escándalos de tráfico de armas descubiertos en los años ’60 en los cuales se implicó Merex, cuyo fundador se trasladó en esa época a vivir a Maryland (Estados Unidos). A tal punto llegó el ruido generado por ello, que el Gobierno suizo le prohibió hacer negocios en su territorio y en 1967 el Congreso de Estados Unidos investigó a su compañía, determinando que sus actividades empresariales eran legítimas.

Según Silverstein, en los años ’70 comenzaron los coqueteos de Mertins con Chile y Paraguay, a través de la venta de armas a los regímenes militares imperantes en ese momento, aunque de acuerdo al autor, incluso antes del 11 de septiembre ya había hecho algunos negocios en Chile. Posteriormente se lo menciona como el gestor de la compra de los helicópteros Bolkow Messerschmidt que aún posee Carabineros.

En Concepción

Fue después del golpe, sin embargo, cuando se convirtió en un visitante asiduo de Colonia Dignidad y de las ciudades de Concepción, Parral, Chillán y Talca. Tanto le gustó el villorrio ubicado cerca de Parral, que participó en la creación del Círculo de Amigos de Colonia Dignidad, organismo de ayuda a Schäfer y compañía gestado en 1978 en Alemania, y en el cual participaron varios políticos vinculados al partido SCU (Unión Social Cristiana), cuyo presidente, Franz Josef Strauss, fue uno de los principales partidarios del enclave e incluso fue quien sugirió a sus jerarcas el nombre de “Villa Baviera”.

En los años ’70 y ’80 era frecuente verlo en Concepción, muchas veces acompañado del “embajador” de la colonia, el hoy condenado y prófugo de la justicia chilena Hartmutt Hopp, y no en vano el abogado que lo defendió públicamente en 1987, tras un hallazgo de armas vinculado a él (hecho que se relata más abajo), fue el penquista Fernando Saenger, quien fue asesor legal por varios años de Schäfer, hasta que decidió dejar de representarlo, cuando el alemán se negó a comparecer ante el ministro en visita que lo investigaba por delitos sexuales. 

En su calidad de “amigo” de Dignidad, Mertins incluso dijo que la mayoría de la población chilena estaba feliz de que se hubiera terminado el “show Castro-Allende” y que Pinochet y los miembros de la Junta eran grandes patriotas. En declaraciones de prensa, refiriéndose a la Colonia, agregó, sobre los colonos, que “este grupo alemán me causó una excelente impresión. Una serie de alemanes que ha visitado Colonia Dignidad conmigo comparte la opinión de que no se deben cometer injusticias en la opinión pública alemana“.

Las visitas a Frenz

Mertins era ciertamente un hombre ocupado y lleno de preocupaciones. Una de las principales que tuvo en los años ’80 fue su situación en México, donde compró una mina de oro cercana a Durango, que llamó “Villa Parral” (?), y donde fue denunciado en 1983 por el influyente periodista Manuel Buendía, el cual escribió una columna en el diario “Excelsior” diciendo que “uno de los principales traficantes internacionales de armas ha establecido oficinas en México… Muchas mujeres, hombres y niños han muerto no sólo en Centroamérica, sino también en Chile o Bolivia, Oriente Medio o el norte de África, gracias a las armas suministradas por Mertins“.

A consecuencia de las indagaciones originadas a partir de la columna, Mertins fue expulsado del país, pero antes de ello acudió a la oficina de Buendía, quien dijo que lo amenazó de muerte. El 30 de mayo de 1984, un desconocido disparó cuatro veces por la espalda en contra del periodista, cuya muerte nunca se esclareció. En los procesos judiciales, Mertins siempre negó tener algo que ver, así como también negaba vinculaciones con Barbie, Rudel y los otros nazis antes mencionados.

Mientras todo esto sucedía, Mertins viajaba por distintas partes del mundo, pero cada cierto tiempo llegaba a su país natal, donde una de sus principales entretenciones parece haber sido visitar con frecuencia al obispo luterano Helmuth Frenz, uno de los primeros en denunciar los horrores de Colonia Dignidad y al cual, según un informe de Amnistía Internacional del 10 de octubre de 1997, amenazaba con “consecuencias” si no detenía su “campaña” contra la secta.

También eran regulares sus viajes a la casa que Dignidad mantenía en Sieburg, según relató el periodista Ansgar Dürnholz a su colega chileno Patricio Parraguez (en un reportaje publicado el 3 de agosto de 1997 en “Las Últimas Noticias”), el 30 de noviembre de 1988 se produjo un extraño episodio, cuando se denunció un intento de asalto que nunca fue tal, generándose momentos de gran confusión en medio de los cuales apareció el misterioso señor Mertins.

De acuerdo a las versiones policiales obtenidas en forma extraoficial por Dürnholz, allí se almacenaban armas, mientras que el ahora fallecido periodista Gero Gemballa afirma en su libro “Colonia Dignidad” que a esa misma casa fue donde llegaron los famosos “bultos” con información de inteligencia que Manuel Contreras Sepúlveda envió en 1978 desde Punta Arenas (donde vivía Rauff) a Alemania, cuando su arresto y posible extradición a Estados Unidos por el caso Letelier eran una posibilidad más que inminente.

El Nedlloyd Manila

Pero no son los únicos episodios irregulares vinculados a Mertins. En 1987, la revista “Stern” denunció un hecho ocurrido en Antofagasta, donde se retuvo al buque Nedlloyd Manila, al descubrirse que portaba 1.056 kilos de municiones repartidas en 82 cajas, destinadas a Colonia Dignidad. Una vez más, quien aparecía detrás del envío era Mertins, el cual, coincidentemente, registra sus últimas entradas autorizadas al país ese año.

“Stern” aseguró que tras algunos trámites la carga fue autorizada a seguir viaje a Valparaíso, donde fue descargada, sin que nadie sepa dónde fueron a parar las municiones, aunque es evidente que forman parte de las halladas el 2005 en Bulnes y Parral.

A consecuencia de lo anterior, dos parlamentarios del Partido Verde pidieron al Gobierno federal alemán que respondiera una serie de preguntas muy específicas e intrigantes sobre el tema, cuyas respuestas nunca se conocieron públicamente.

Algunas de estas preguntas eran: “¿Qué sabe el Gobierno federal acerca de una oferta hecha por el comerciante en armas Gerhard Mertins a la Colonia Dignidad, que afectaba a material, pero no a tecnología? ¿De qué material se trata? ¿Qué sabe el Gobierno acerca de 1.056 kilos de munición que fuera encontrada en el barco de matrícula holandesa Nedlloyd Manila en 1987 y que estaban destinados a la Colonia Dignidad? ¿Fueron enviadas piezas o partes de armas químicas a Irán o Irak desde el aeropuerto de la Colonia Dignidad, piezas que fueron producidas en Chile? ¿Qué sabe el Gobierno federal acerca de un ejercicio de entrenamiento antiguerrillero realizado en la Colonia Dignidad, durante el cual se pudo establecer que las armas que tenía la Colonia eran mejores que las que usaban los soldados de la unidad en entrenamiento?“.

Aunque jamás admitió estar involucrado en los delitos que se le imputaban, habría sido interesante escuchar la versión del misterioso señor Mertins sobre algunas de estas acusaciones, pero ello no es posible ya que, al mejor estilo de quienes saben vivir siempre al filo de lo legal, murió apaciblemente en 1993.

También habría sido interesante saber las apreciaciones al respecto del dealer que lo sucedió, Karel Honzik, quien estuvo implicado en el caso Riggs y varias operaciones de armas a gran escala, pero al igual que su antecesor, está –al menos oficialmente- fallecido.