Un breve resumen de películas y series previas a las vacaciones

Mikey and Nicky (Directora: Elaine May, 1976). La primera del año. No sé si hay otra película que capte de mejor manera la amistad entre hombres y la masculinidad tóxica como esta, escrita y dirigida por una mujer -injustamente invisibilizada- hace 44 años.

Desafío 2020: ver más de Peter Falk y John Cassavettes

Richard Jewell (Director: Clint Eastwood, 2019) es otro más de los relatos acerca de personas comunes y corrientes convertidas en héroes accidentales que Clint Eastwood ha filmado en los últimos años, aunque Richard Jewell es el inverso moral de Sully. A diferencia del piloto ultracorrecto que aterrizaba de emergencia en el Hudson, acá hay un personaje de moral cuestionable que tras la fama comienza a ser investigado y es rápidamente acusado de cometer el atentado que en un principio habría ayudado a contener.

Con la experiencia de los años, el viejo Clint filma sin mayores artificios una muy buena película acerca del peso de la fama, el acoso mediático, la familia y los límites de la autoridad.

A Eastwood no le gustan las agencias federales ni los medios de comunicación y en Richard Jewell se nota más que nunca. El FBI está repleto de incompetentes capaces de inventar pruebas con tal de defender una investigación sin fundamentos, mientras que los medios son una maquinaria inescrupulosa y chupasangre.

Después de ver esta película y The Report, parece que Jon Hamm encontró su espacio cinematográfico en los roles de burócratas corruptos que aparentan buenas intenciones, en este caso como el agente del FBI empecinado en culpar a Jewell del atentado.

El mayor problema es el personaje de Olivia Wilde, seguramente la representación más sexista del último tiempo en el cine hollywoodense. Sus intentos por darle matices a la reportera Kathy Scruggs -un personaje de la vida real ya fallecido, lo que hace aún más complejo el tema-, sobre todo en el último acto, no alcanzan a tapar la misoginia que desborda por ese lado del guión. Es una señal de la doble moral de la industria que la actriz a cargo de este personaje sea la directora del neoclásico feminista que es Booksmart.

Sam Rockwell y Kathy Bates están sólidos como siempre -como el abogado y la madre del protagonista-, pero la actuación de Paul Walter Hauser -el idiota que se creía mafioso en I, Tonya– como Richard Jewell es deslumbrante, convirtiéndolo en uno de los actores a tener en cuenta para la década que recién comienza. En un año normal, su nombre sería fijo en todas las apuestas para la temporada de premios.

Nisman: El fiscal, la presidenta y el espía (Director: Justin Webster, 2020). Le sobra un capítulo por lo menos y abusa de las tomas aéreas de Buenos Aires, pero ese mismo exceso la vuelve fascinante, pues los escándalos argentinos son irresistibles e infinitamente superiores en todo a los nuestros.

Ni el mejor escritor de ficción podría construir un personaje como el de Jaime Stiuso, el espía al que hace referencia el título.

 1917 (Director: Sam Mendes, 2019)

La villana de esta temporada de premios es una experiencia cinematográfica superior.

¿Cómo evitar la monotonía de una historia contada en reiteradas ocasiones? Creando una maravilla técnica que te involucra en el horror de la guerra y hace olvidar cualquier debilidad del guión.

Es difícil elegir en una carrera tan brillante, pero esa cinematografía seguramente es el mejor trabajo de Roger Deakins.

Lee Smith, el mismo montajista de Dunkirk, evita el autoplagio y arma una narración más simple y menos fría que en la película de Nolan, pero priorizando la idea de involucrar al espectador en este recorrido del horror. Eso sí, no sé si pasa la prueba de verla nuevamente o en un formato que no sea la pantalla más grande posible.

George MacKay es una revelación y en el desfile de famosos actores británicos en breves papeles Andrew Scott es el que tiene más líneas para lucirse.

1917 es tan atrapante que, después de mucho tiempo, pude ver una película en una sala en la que nadie se pusiera a hablar de fondo. Gracias señor Mendes.

 Jojo Rabbit (Director: Taika Waititi, 2019). Es una película muy bonita -estéticamente y también de alma- acerca de lo que probablemente sea una pesadilla de cualquier madre o padre: tener un hij@ incontrolable, en este caso adoctrinado por los nazis.

Waititi consigue manejarse bien en los límites necesarios para evitar que esto se convierta en La Vida es Bella para la Generación Z.

El peak emocional ocurre en la mitad, con una escena muy breve pero demoledora, y la verdad es que nada de lo que pasa después consigue ser más interesante.

Yorki, el amigo real del protagonista, es el mejor personaje de la temporada

Dolor y Gloria (Director: Pedro Almodóvar, 2019). Antonio Banderas, como el director de cine al que interpreta, es el conductor de esta película. Todo gira en torno a Salvador Mallo -su personaje- en este metarelato sobre el proceso creativo, pero que al mismo tiempo es una historia sobre la pobreza, la formación cristiana, el glamour como vía de escape, la homosexualidad, la pesadilla que son los actores, el amor, la depresión, el miedo a la muerte y la reconciliación con el pasado.

Todo esto, sin hablar de la escena sublime entre Salvador y el personaje de Leonardo Sbaraglia, ni tampoco de los desbordes estéticos que le inyecta Almodóvar a su mejor película desde Hable con Ella.

Little Women (Directora: Greta Gerwig, 2019)

Hay mujeres escribiendo comentarios mucho más interesantes sobre lo que significa esta película, así que mi aporte sólo será decir que es un ejemplo brillante sobre cómo se actualiza un clásico sin dañar el material original, que le da vida al cliché de “la belleza de la cosas simples” y que Greta Gerwig da un salto de calidad que pocas veces vemos cuando un cineasta pasa del cine independiente productos más comerciales.

Esa dupla de Saoirse Ronan y Timothée Chalamet es entrañable y se merecen muchas películas juntos.