Los tentáculos del espionaje nazi en América Latina

El cine y la historiografía clásica acerca de la IIGM se han centrado, como es lógico, en las grandes batallas y escenarios de guerra de Europa y el Pacífico, obviando de gran modo todo lo ocurrido en América del Norte y del Sur en el período previo a la guerra y durante los años de esta.

Al respecto, es necesario entender que antes incluso de que Adolf Hitler conquistara el poder de Alemania como canciller (en enero de 1933) el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP) ya se estaba extendiendo en forma mundial. En efecto, los nazis habían comenzado a instalar filiales del NSDAP en todo el mundo, y una de las primeras fue la chilena, hacia 1932, seguida por la de Argentina y la de Brasil. 

Dichas filiales no eran -como se podría suponer- simples versiones locales del partido, sino sucursales que captaban militantes para el NSDAP alemán, echando mano para ello de la gran cantidad de alemanes o descendientes de tales que existe en los tres países mencionados, la mayor colonia alemana fuera de Europa. Si bien a Estados Unidos llegó una cantidad aún mayor de emigrantes alemanes a fines del siglo XX, dichos emigrantes se adaptaron a su nuevo país y se integraron abiertamente, a diferencia de lo que sucedió en ciudades como Florianópolis, Osorno o Bariloche, donde si bien los alemanes se integraron a los sistemas productivos, crearon sistemas de vida autárquicos, fomentando el matrimonio entre alemanes, el cultivo de las tradiciones, la lengua, la cocina, etc. (fenómeno que también se dio en varias colonias alemanas de menor tamaño en Paraguay y Uruguay).

De este modo, el NSDAP encontró miles de militantes en estos países, que debían justificar en su petición de admisión ante el partido que eran “arios puros” al menos desde 1800 en adelante. Además, debían aportar una cuota mensual y, a cambio de todo ello, recibían un carné de militancia muchas veces firmado por Hitler en persona, así c0mo derecho a participar en una serie de organizaciones creadas por el NSDAP en Alemania y replicadas localmente: ligas juveniles, ligas de mujeres, ligas de jubilados, y también en grupos de entrenamiento paramilitar, específicamente en las SA locales (los famosos “camisas pardas”). 

El NSDAP además se estructuraba en forma de células, las cuales obedecían a dos criterios: uno geográfico y otro institucional. El geográfico decía relación con la ubicación. Así, por ejemplo, en Buenos Aires, había células (llamadas “blocks”) en sectores como Palermo, Recoleta, Retiro, etc., las cuales obedecían a un jefe en común. Institucionalmente, en tanto, existían células al interior de distintas instituciones (como los colegios alemanes que había en prácticamente cualquier ciudad de cierto tamaño de América Latina) o en empresas de capitales alemanes, como AEG, Bayer, el Banco Transoceánico Alemán, Hamburg Amerika Line, etc. 

Junto con lo anterior, desde 1908 Alemania contaba en todos los puertos del mundo, pero con mayor concentración en América Latina, con una eficiente red de espionaje y ayuda marítima llamada Etappen-Dienst (E-Dienst), que consistía en la presencia, en cada puerto, de alemanes con experiencia naval y militar, quienes acudían en ayuda de buques de esa nacionalidad en cualquier circunstancia. 

Fue la E-Dienst, por ejemplo, la organización que permitió que el barco alemán Dresden pudiera escapar de la Armada Inglesa escapando por los canales de Magallanes en 1915 (historia que sería crucial para lo que vendría después), y tendría también una activa participación en la Segunda Guerra Mundial.

Junto con la gran cantidad de población alemana que había en América Latina, el continente también interesaba al nazismo por otros motivos. 

El primero era de ellos era su posición estratégica, en particular la relacionada con el paso de Magallanes, única vía de unión entre los dos oceános, que no estaba en manos de Estados Unidos. Justamente a consecuencias de la necesidad de controlar ese paso y saber el movimiento de buques por allí, es que en la década del 40 se decía que la pequeña ciudad chilena de Punta Arenas era el lugar que tenía más espías por metro cuadrado en todo el mundo, pues todos los servicios secretos tenían bases allí. 

Otro motivo por el cual América Latina interesaba mucho a los nazis (y los aliados también) era por la cantidad de recursos naturales con que contaba. Durante la guerra, una de sus batallas más subterráneas fue la relacionada con el tráfico de platino o diamantes colombianos (minerales fundamentales para la fabricación de armas y aviones), así como de caucho y petróleo. La mayoría de los materiales estratégicos eran contrabandeados desde distintas partes de América central y del norte hacia Buenos Aires, y enviados a Europa en barcos suizos, suecos, españoles o portugueses.

Del mismo modo, desde siempre Alemania estuvo aliada con México. En 1917 Estados Unidos aceptó entrar a la guerra como consecuencias del famoso telegrama Zimmermann, en el cual se detallaba una oferta de Alemania a México para atacar en conjunto a EEUU, a cambio de lo cual México recuperaría algunos estados del sur que antes fueron suyos (como Texas, Arizona, Nuevo México). Dicho telegrama fue interceptado y desencriptado por los servicios secretos británicos. En octubre de 1941, al presidente de EEUU le fue presentado un mapa que también los servicios secretos británicos supuestamente habían robado a un correo nazi en Río de Janeiro. Se trataba de un mapa que, de acuerdo a los británicos, se había confeccionado en las oficina de inteligencia nazis de Buenos Aires, mostrando las vías de comunicación que tendría un futuro estado que crearían los nazis, dividiendo en cinco países a América Latina. A consecuencias de ello, Roosevelt hizo una dura denuncia pública (aquí está, en Youtube) y dos meses después, como resultado de Pearl Harbor, terminaría entrando a la guerra. Si bien hoy existe consenso en que el mapa fue falsificado por los británicos, como una forma de presionar a EEUU a entrar al conflicto, en su momento resultó totalmente creíble.

También, América era interés por los nazis fueron las expediciones emprendidas por la Ahnenerbe antes y durante la guerra. Creada como una sección dentro de las SS, esta unidad seudocientífica tenía como su objetivo fundamental la búsqueda de justificaciones tendientes a comprobar que la “raza aria” era la mejor. Para ello, durante los años 30, financiaron las investigaciones de Otto Rahn (quien buscaba el grial en la zona de Montsegur, en la zona cátara francesa) así como varias expediciones al Tibet en búsqueda de la ciudad de Shangri-Lá, de la cual creían que podrían haber surgido los “arios”. Del mismo modo, a mediados de los años ’30 financiaron un viaje de expertos en “bastardología”, que midieron miles de cráneos de descendientes de mapuche, en el sur de Chile, incluyendo Concepción, así como una expedición a la Antártica, en 1938, cuyos fines nunca estuvieron claros (por lo cual, a partir de ella, surgió el mito de las bases nazis en dicho continente). En 1939 estaban preparando una enorme expedición a Tiawanako, en Bolivia, la cual se suspendió debido al inicio de la guerra. Antes, en 1936, hicieron una expedición por los meandros del Amazonas, y también efectuaron excavaciones en las cercanías del cerro Utitorco, en Córdova, donde según algunas leyendas impulsadas por los nazis habría llegado una nave templaria (después de 1307), escondiendo allí el santo Grial. 

Los servicios de inteligencia del Eje

La primera batalla de la Primera Guerra Mundial se libró en América del Sur, frente al puerto de Coronel (Chile), en 1914. Luego de meses de persecuciones, ese episodio terminó con el hundimiento del Dresden en la Isla Juan Fernández. Del mismo modo, la primera batalla naval de la Segunda Guerra Mundial se libró también en América Latina, pero esta vez en el mar del Plata, frente a Montevideo, donde fue hundido el acorazado alemán Graf Spee, en diciembre de 1939. De ese modo, es no extraño que el espionaje alemán estuviera muy presente en la región, aunque hacía años que venían preparándose para ello, sobre todo a partir de 1935, año en que fue nombrado como jefe del Abwehr el almirante Wilhelm Canaris. El Abwehr era un comando unificado de las inteligencias de la Armada, Ejército y Aviación de Alemania, y por ende era un servicio profesional. La mayoría de sus altos mandos, como el mismo Canaris, eran “junkers” (es decir, personas ligadas a la antigua aristocracia alemana) y abjuraban del nazismo.

A la par del Abwher, el nazismo creó un enorme aparataje de espionaje e inteligencia en torno a las SS (las cuales dependían de Heinrich Himmler), que en 1939 se unificó en el RSHA, una suerte de central de la cual dependían los dos servicios de inteligencia más destacados del nazismo: la SD (SicherheitsDienst) y la Gestapo (Geheime Staatz Polizei). Si bien el primero se suponía que era una especie de oficina de análisis y la Gestapo su brazo operativo, al final terminaron cumpliendo las mismas funciones y cooperando mutuamente en lo que dice relación con represión interna y espionaje externo. 

Al mismo tiempo, tanto la SD como la Gestapo y las otras cinco unidades que dependían de la RSHA, competían frontalmente con el Abwehr. Fue este servicio el que más presencia tuvo en América Latina, principalmente debido a la historia personal de Canaris y los contactos que tenía tanto en Chile como Argentina. 

Solo a partir de 1943, cuando Canaris comenzó a caer en desgracia con Hitler, el SD comenzó a actuar en forma más abierta en el continente, principalmente a partir de las oficinas que tenía en Brasil, y aunque hubo algunos indicios de cooperación con el Abwehr, la relación entre estos dos aparatos de inteligencia (uno profesional y ligado a la aristocracia, y el otro político y de vertiente populista) fue muy tirante y llena de tropiezos, semejante a la rivalidad del FBI con la CIA, por ejemplo.

Volviendo al episodio del Graf Spee, el Abwehr echó a andar toda su maquinaria para ayudar a que la mayor cantidad posible de marinos (la mayoría recluidos en Buenos Aires, y otros en Montevideo) escaparan desde América Latina, con el fin de reintegrarse a la Kriegsmarine alemana, y eso lo hicieron a través de los dos vías de escape básicas: pasando clandestinamente a marinos por Los Andes hasta Chile (donde los embarcaban con documentos falsos hasta Japón, desde donde reemprendían el camino a Alemania), o sacándolos a Brasil, desde donde los enviaban vía marítima a España. Varios marinos, por cierto, se quedaron en América Latina y otros fallecieron en la batalla. El capitán del navío, Hans Langsdorff, sobrevivió, pero posteriormente decidió suicidarse. Su tumba (foto principal) se encuentra en el cementerio alemán ubicado al interior de la Chacarita, en Buenos Aires. 

Sin embargo, no fue el único servicio secreto del eje operando en el continente. Junto a los alemanes, trabajaba en forma muy estrecha el servicio secreto japonés, cuyas principales bases eran Santiago y Buenos Aires. 

En la primera capital incluso se les llegó a adjudicar a los japoneses un robo con violencia a la casa de un diplomático estadounidense y otras acciones igual de temerarias. 

También existió una fuerte presencia de los servicios de inteligencia franquistas (en todo el continente), que cooperaron con los dos anteriores, especialmente en la recolección de informaciones respecto de los partidos comunistas locales, algo que interesaba mucho a nazis y japoneses. También hubo presencia de espías italianos, pero eran los menos. 

Cabe mencionar que hasta 1942 prácticamente todos los espías alemanes en el continente eran alemanes con entrenamiento en el Abwehr, cuyo jefe máximo era el capitán Dietrich Niebuhr, agregado naval en Buenos Aires, quien estaba a cargo del Abwehr en Chile, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. Niebuhr, además, trabajaba en forma estrecha con un millonario argentino de origen alemán, muy conocido en su país, Thilo Martens.

Posterior a ello, y debido a que distintos países fueron cortando sus relaciones con Alemania y expulsando a sus diplomáticos (incluyendo a los espías), se recurrió a chilenos, argentinos o brasileños de ascendencia alemana, que eran entrenados en sus países, o a alemanes sin experiencia previa en inteligencia, que eran entrenados en un curso que se dictaba en una supuesta empresa de Hamburgo que se llamaba “Casa Arpa”, la cual, en realidad, era una fachada para la escuela de inteligencia del Abwehr. 

Cada anillo de espionaje del Abwehr en el exterior era identificado con una sigla compuesta por tres letras (como PYL o PQZ), que eran a sus vez las siglas identificatorias que usaban en los mensajes que enviaban a Alemania, ya fuera como mensajes codificados que se enviaban por radio, o por medio de cartas que llevaban micropuntos o eran escritos en tinta simpática.

Los servicios de inteligencia aliados

Al inicio de la Segunda Guerra toda la inteligencia norteamericana (salvo la militar) estaba a cargo del FBI, que creó una unidad especial para investigar al nazismo en América Latina, el Special Intelligence Service (SIS), que operaba desde el 30 del Rockefeller Center, simulando ser una empresa de exportaciones

Desde allí comenzó a distribuir agentes por todo el continente, especialmente en México, Chile, Argentina y Brasil, en cada uno de los cuales llegó instalar cerca de 50 oficiales, repartidos en distintas ciudades (no solo en las capitales), proveyendo información a las policías locales y facilitando equipos.

El caso de cooperación más exitoso fue que el se hizo con el Departamento 50 de la Policía de Investigaciones de Chile, unidad muy semejante al SIS, pues fue creada ad hoc para perseguir al nazismo. Gracias al apoyo tecnológico de EEUU, que proveyó a los chilenos con radiogoniómetros móviles, fue posible detener a cerca de 20 espías en Chile, a fines de 1942. En Buenos Aires, el SIS operaba en una oficina ubicada en el noveno piso del edificio del antiguo Bank Boston.

También operó en todo el continente, con mucha intensidad, el BSC, el British Security Council, que aunque era mucho menor en cuanto a cantidad, contaba con innumerables fuentes de información y con mucho dinero.

También es necesario hacer notar que el NGKB tuvo una fuerte actividad en América durante los años 40, por medio de la llamaba red “Venona”, la cual operaba en varios niveles. Entre Santiago, Buenos Aires y Nueva York, por ejemplo, existía una red de agentes que informaba sobre las actividades de los norteamericanos (pese a que eran aliados) y hacían esfuerzos por captar nuevos agentes, que es lo que aparentemente intentaron hacer en 1940 con Pablo Neruda, cuando este era cónsul general de Chile en México DF, época en que ayudó a huir a Chile a David Alfaro Siqueiros.

Fotografías: Tomadas del Volumen II de la historia del Special Intelligence Service (SIS), en www.fbi.gov