Uvas envenenadas – Sin etiqueta https://www.sinetiqueta.cl Noticias Sun, 26 Jan 2020 23:39:51 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.2 https://www.sinetiqueta.cl/wp-content/uploads/2019/05/logoicon.png Uvas envenenadas – Sin etiqueta https://www.sinetiqueta.cl 32 32 Los siempre sigilosos pasos del Mossad en Chile https://www.sinetiqueta.cl/los-siempre-sigilosos-pasos-del-mossad-en-chile/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=los-siempre-sigilosos-pasos-del-mossad-en-chile Mon, 27 Jan 2020 10:39:27 +0000 https://www.sinetiqueta.cl/?p=2867 Seguir Leyendo]]>

Discreto por sobre todo, el Mossad, el servicio de inteligencia exterior de Israel, ha dejado pocas pero profundas huellas en la historia chilena. Pese a que el país no es un centro de operaciones para Israel ni figura dentro de sus principales preocupaciones, sí está permanentemente al tanto de lo que aquí ocurre.

Esta nota, por ejemplo, pasará a formar parte de los dossiers de prensa que periódicamente recolecta el encargado militar de la Embajada en Santiago, que si bien no es un integrante del Mossad, generalmente es un experto en inteligencia (hay más de siete agencias de inteligencia en Israel).

Miembros del Mossad, de hecho, no hay en Chile, pues sus agentes operativos -los llamados “katzas”- no son más de 40. Son entrenados durante dos años en Tel Aviv y luego quedan a disposición de su servicio para ejecutar funciones en cualquier parte del mundo, aunque estas generalmente se han concentrado en Medio Oriente y Europa.

Pese a estos números aparentemente pobres, en realidad el Mossad cuenta con cientos de miles de ayudistas -en la jerga de la inteligencia chilena- que son conocidos como “sayanin”. Se trata de israelís o descendientes de tales residentes en distintos países, los cuales proporcionan auxilio en lo que sea: dinero, la obtención de documentos, vehículos o cualquier elemento necesario para una operación. Son cerca de una docena de “sayanin” los que se estima que el Mossad tiene en forma activa en Chile.

Uno de los puntos permanentes de mirada de los “sayanin” locales, así como de las autoridades de la embajada de Santiago, son los movimientos de simpatizantes del movimiento shiíta Hezbolláh, cuyos nexos en Iquique se conocieron algunos años atrás, cuando incluso la CIA intentó realizar un operativo en contra de un supuesto financista del Hezbollá en dicha ciudad.

Tampoco es para nadie un misterio que tienen una atención permanente sobre las actividades de la embajada de Irán en Santiago, sobre todo luego de que en 1992 se produjera el atentado explosivo que destruyó la embajada de Israel en Buenos Aires, cuando 8 diplomáticos iraníes estacionados en Argentina fueron trasladados a Chile, luego de lo cual se les perdió el rastro. Hasta el día de hoy, esos diplomáticos son los principales sospechosos del atentado, lo que se confirmó cuando un tiempo después de éste, en un discurso televisado el ayatola Ali Akbar Meshkeni calificara como un acto “positivo” el bombazo, que dejó 24 muertos, el cual dijo –equivocadamente- había sido cometido en Chile.

Los “sayanin” locales se encuentran repartidos principalmente en Santiago, Concepción y Valparaíso y pese a que ninguno de ellos ha actuado operativamente, es bien sabido en los círculos locales que algunos de ellos cuentan con cierto grado de instrucción en combate e inteligencia. Debido a su formación casi militar, cuando requieren cobertura de seguridad para sus actos –por ejemplo, la celebración del día de Yom Kippur- generalmente se relacionan con la inteligencia policial de Carabineros.

El Mossad puso su atención en Sudamérica a fines de los años 50, cuando además de su preocupación por el tema palestino, estaba la caza de criminales nazis. Famosa es la historia de Adolf Eichmann, secuestrado en Buenos Aires en 1960 por un comando del Mossad (y luego ejecutado en Israel), así como la persecución que este servicio realizó durante varios años en contra de Joseph Mengele, infructuosamente.

Menos conocida es la operación realizada en 1965 en Montevideo, donde varios de los integrantes del mismo comando que secuestró a Ecihmann, asesinaron al ex nazi letón Herbert Cukurs, quien residía en Río de Janeiro y en contra del cual montaron una impresionante operación de inteligencia para llevarlo a Uruguay y matarle allí, por un motivo muy simple, que se explica con lujo de detalles en esta nota.

Menos conocida, sin embargo, es la actuación del Mossad en el Gobierno Militar. Víctor Ostrovsky, un “katza” que desertó a principios de los años 80, asegura en su libro “Mossad” que a fines de 1975 la inteligencia naval de Israel averiguó que Egipto había comprado misiles Exocet. Como sabían que Francia no se los vendería -porque los copiarían- los israelíes decidieron buscar afuera alguien que les vendiera la cabeza de un misil, y así saber a qué se estaban enfrentando.

De este modo, se efectuó un estudio de los países que estarían en condiciones de hacer el negocio y se eligió a Chile. Para ello, uno de los más altos agentes del Mossad, Nahum Admony, negoció personalmente con Manuel Contreras, el director de la DINA, la adquisición de una cabeza de Exocet. A cambio de ella, un grupo de oficiales y suboficiales de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) recibió adiestramiento de élite de parte de las fuerzas de seguridad israelíes. Y no sería lo único. Según informaciones recogidas en el mundo de los Derechos Humanos, Contreras habría recibido un millón de dólares por la “gestión”.

De hecho, pese a cualquier cosa que se pudiera pensar, las relaciones entre el Gobierno Militar y Tel Aviv siempre fueron al menos nominalmente buenas. Cuando se produjo la desaparición del norteamericano Boris Weisfeiler (nacido en Rusia y de ascendencia hebrea), quien se perdió en las cercanías de San Fabián de Alico, en 1985, muchos apostaron a que se trataba de un agente del Mossad siguiendo la pista de algunos criminales de guerra nazi supuestamente ocultos en los contrafuertes cordilleranos del cajón del Ñuble.

Por cierto, Boris no era agente de nada, sino un matemático solitario, que rehuía de las personas y que gustaba del aire libre. Hasta el momento, de hecho, ni siquiera se ha podido probar alguna participación de Colonia Dignidad en su desaparición, entre otras cosas porque quien aparecía claramente implicado en ella según el extravagante testimonio de un informante secreto era Paul Schäfer, actualmente fallecido.

Como fuera, tras la desaparición de Wesifeiler el Mossad efectuó una serie de discretas averiguaciones. Según el antiguo periodista chileno Osvaldo Muray, un oficial de ese servicio incluso se reunió con los líderes de Colonia Dignidad, quienes le aseguraron que no tenían nada que ver.

Hayan sido ciertas o no las relaciones de los habitantes del enclave con la inteligencia israelí, un hecho que demostraría las buenas relaciones entre la CNI y el Mossad en esos años es que cuando el informante que implicó a Schäfer en el caso llegó al consulado de Estados Unidos en 1986 a entregar antecedentes, dijo que antes de ello pensó ir a la Embajada de Israel, pero que luego prefirió no hacerlo debido a los vínculos entre esa repartición y la desaparecida Central Nacional de Informaciones.

Las uvas envenenadas

Uno de los personajes más polémicos de la historia del Mossad ha sido Ari Ben Menashe, un alto oficial de esa entidad que estuvo 11 meses preso por su participación en el escándalo Irán-Contras, en el cual actuó vendiendo armas a diestra y siniestra junto al coronel norteamericano Oliver North.

Según relata Gordon Thomas en su libro “Los espías de Gideon” (traducido al español como “Mossad”), uno de los implicados en el caso Irán-Contras fue Amiram Nir, asesor del primer ministro en antiterrorismo. Este falleció en un extraño accidente de aviación acaecido luego que Ben Menashe lo visitara en Londres en 1988, para preguntarle qué iba a decir cuando fuera llamado a declarar en el juicio contra North.

La respuesta de Nir fue que comprometería seriamente a Israel en el escándalo, así como a los gobiernos de Sudáfrica y Chile. Tras ello, el 30 de noviembre de 1988, Nir viajó a México, donde representaba una firma productora de paltas. El avión se accidentó y él falleció.

El 1 de diciembre; es decir, dos días después, Thomas cuenta que “Ari Ben Menashe salía de una oficina de correos en el centro de Santiago de Chile. Iba acompañado por dos guardaespaldas, que ahora consideraba necesarios para su protección”.

En ese momento aparece el testimonio de Menashe: “de repente, la vitrina que acababa de pasar se hizo trizas. Luego algo se incrustó en el maletín metálico que llevaba. Los dos guardaespaldas y yo nos echamos cuerpo a tierra al darnos cuenta de que alguien nos disparaba”.

Thomas no arroja mayores luces sobre el asunto en el libro. Ben Menashe, consultado al respecto, no quiso contestar ninguna pregunta al respecto, la más obvia e intrigante de las cuales es qué hacía en Santiago.

Un esbozo de respuesta, sin embargo, lo aportó él mismo en su libro “Ganancias de guerra: al interior de la red de armas Israel-Estados Unidos”. En uno de sus capítulos, relata que –como lo sabe todo el mundo- tras la derrota de Pinochet en el plebiscito del 5 de octubre de 1988, se agudizaron las diferencias entre el ahora desaforado senador y el general Fernando Matthei, el primer integrante de la junta en reconocer el triunfo del “No”.

Uno de los de motivos de las diferencias –asegura- es que Matthei estaba empeñado en detener lo que llama “tráfico de armas no convencionales y químicas” a Irak. Bien es sabido que Carlos Cardoen vendió bombas de racimo a Saddam Hussein en los años 80, justo cuando Estados Unidos proveía de todo tipo de armas a quien luego sería su bestia negra en los años 90. Mucho se ha rumoreado además sobre el tema de las armas químicas, pero hasta el momento no se ha comprobado. Por su parte, Ferrimar, la empresa chilena creada como competencia a Cardoen, proveyó también de bombas de racimo y quizá qué más al régimen iraní del Ayatola Jomeini.

De acuerdo a la versión de Ben Menashe, él también estaba intentado lo mismo, debido al peligro que Irak significaba para su país, lo que enfureció a la administración republicana en EEUU, por el negocio que tenían en el caso Irán-Contras.

En función de ello, el ex agente del Mossad culpa a la inteligencia de EEUU de haber planificado el envenenamiento de las uvas chilenas en el puerto de Filadelfia, en 1989, lo que significó pérdidas por 800 millones de dólares al país, debido a la prohibición de exportar. Esta restricción, asegura Ben Menashe en su libro, sólo se levantó una vez que Matthei –históricamente ligado a los agricultores y lejos la figura más moderada de la Junta de Gobierno- perdió todas sus influencias.

NOTA: Esta es una versión actualizada de una crónica publicada en 2001 en la desaparecida revista La Huella, dirigida por Manuel Salazar.

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Los documentos secretos sobre las uvas envenenadas de Chile https://www.sinetiqueta.cl/los-documentos-secretos-sobre-las-uvas-envenenadas-de-chile/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=los-documentos-secretos-sobre-las-uvas-envenenadas-de-chile Thu, 16 Jan 2020 10:17:23 +0000 https://www.sinetiqueta.cl/?p=2738 Seguir Leyendo]]> En marzo de 1989, cuando terminaba el gobierno de Pinochet, estalló uno los mayores escándalos de la historia de Chile, el de las uvas envenenadas, que amenazó con dañar fuertemente a uno de los mayores sectores exportadores del país.

Todo comenzó (al menos en apariencia) el 13 de marzo de 1989, cuando inspectores de la FDA (Foods and Drugs Administration) descubrieron, en el puerto de Filadelfia, dos uvas con “trazas” de cianuro en su interior. Se trataba de dos pequeñas uvas que formaban parte de un embarque 13 toneladas que provenía de Curacaví, y que había sido embarcado en Valparaíso tres semanas antes.

Aunque se estimó que la dosis ni siquiera era letal y que fueron las únicas uvas contaminadas, Estados Unidos, Japón, Canadá y otros grandes consumidores de fruta chilena detuvieron de inmediato sus importanciones. Lo que vino es conocido: las protestas de los productores de fruta y el lanzamiento de uvas de exportación a las calles de diversas ciudades de Chile, así como las denuncias de la dictadura, en orden a que se trataba de un acto terrorista perpetrado “por los comunistas”, como lo dijo en su momento el ministro del Interior, Carlos Cáceres, hoy por hoy dedicado al negocio del cáncer.

El caso (que fue investigado por el ministro de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, Domingo Yurac) nunca se resolvió y siempre se manejaron tres hipótesis respecto de la contaminación. La primera es la misma esbozada por las autoridades del momento: un acto de terrorismo, posibilidad que abría la puerta a múltiples sospechosos. Los de siempre (en  el imaginario de Cáceres) eran los comunistas, el MIR, el FPMR, etc. En la galería de imputaciones también aparecieron los servicios secretos norteamericanos, acusados de esta tropelía por Ari Ben Menashe, un ex agente del Mossad, quien creía que lo anterior era una suerte de castigo hacia el entonces comandante en Jefe de la FACH, Fernando Matthei, por su encono en detener el tráfico de armas hacia Irak.

La opción dos indicaba que podía tratarse de alguna contaminación accidental, producto de un mal manejo en los químicos que se utilizan para limpiar contenedores (los que contienen ácido cianhídrico), y la tercera posibilidad era que se hubiera aplicado algún preservante con cianuro a la fruta.

Terrorismo

No obstante, Estados Unidos, ante cuyos tribunales se inició un litigio de casi 10 años que terminó fallando a favor de la legalidad de las acciones de la FDA, siempre consideró lo sucedido como un claro acto de terrorismo.

Así lo establecen no sólo dos cables de la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA) de ese país, que se refieren en dichos términos al hecho, sino también una serie de documentos que muestran una trama de amenazas telefónicas que se inició en febrero de 1989 (antes del episodio en Filadelfia) y que se extendió hasta junio de ese año.

El primer documento es un recuento de actos terroristas ocurridos en Chile entre marzo de 1988 y el mismo mes, pero de 1989. El informe lleva una tabla de la cantidad de bombas (diferenciando entre desactivadas y detonadas) en el país, bombas en postes de alta tensión, buses quemados, “civiles asesinados, terroristas arrestados y casas de seguridad terroristas”, además de “ataques en oficinas públicas”. El texto rememoraba varios hechos ocurridos en marzo de 1989, incluyendo las manifestaciones del día 11 con motivo de un discurso de Pinochet, un apagón y otras situaciones, pero se comentaba al final que si bien había una disminución de hechos entre el ’88 y el ’89, “la mayor historia de marzo de 1989 fue el incidente terrorista de las uvas envenenadas, fuertemente cubierto en todos lados, pero aún sin resolver y sin que ningún grupo terrorista conocido haya clamado responsabilidad”.

El segundo paper de la DIA al respecto es un informe semejante, pero que compara incidentes terroristas en Chile entre abril de 1988 y abril de 1989. El documento contiene la misma tabla, que incorpora otras categorías, como “carabineros asesinados” y heridos, “ataques a trenes” y “ataques al metro”, además de incidentes mucho más fuertes que los del mes anterior, como un bombazo en el Instituto Chileno-Norteamericano de Santiago. El documento dice que “seis meses después de la detonación el nochero recibió un llamado en que se le decía que esto había sido para pagarles por las uvas”.

Los llamados

La trama de las uvas envenenadas comenzó, sin embargo, en febrero, un mes antes del hallazgo del embarque, cuando se recibieron dos llamadas en la Embajada de Estados Unidos en Chile, en las cuales un sujeto decía que se había envenenado una partida de uvas chilenas con destino al país del norte, telefonema que también se habría recibido en la embajada de Japón.

Entre la documentación desclasificada por el Departamento de Estado, la CIA o la DIA no hay mayores referencias a lo acaecido en febrero ni, muchos menos, detalles de qué se dijo en esos llamados, pero es un hecho que desde entonces se comenzaron a pesquisar los envíos chilenos a EEUU, que además dio a conocer públicamente la existencia de los llamados, luego del hallazgo de las dos uvas con cianuro.

Lo que sin embargo reforzó la idea de que el hecho era un atentado terrorista, y que incluso podría haber sido el primero de varios, fue un nuevo llamado anónimo recibido en la Embajada de Estados Unidos varios meses después, a las 11.50 horas del 09 de junio de 1989.

Según detalla un informe enviado desde Santiago a Washington, “el llamado fue recibido por una operadora telefónica de la embajada que previamente había recibido un llamado anónimo en que se avisó del envenenamiento de exportaciones de fruta a Estados Unidos” relata el documento, que agregaba un dato clave: que la telefonista “identificó a quien llamó esta mañana como el mismo individuo”.

En otras palabras, quien había dado el aviso en febrero, sobre las uvas, ahora estaba llamando de nuevo, pero con una nueva amenaza: “(esta vez) no hizo mención a acciones en contra de las exportaciones de fruta chilena, pero ahora amenaza con envenenar vino”.

A continuación, amenazó con poner bombas en aviones destinados a Miami, así como al embajador de Estados Unidos en Chile, a quien acusó de haberlo llamado “ignorante”, debido a  que este, en alguna entrevista, había dicho que quien había efectuado los llamados en febrero era alguien con poca educación.

Si el asunto ya era extraño, se puso más raro aún cuando el anónimo le dijo a la telefonista que además se responsabilizaba por el homicidio del ex oficial de la FACH y miembro del “Comando Conjunto”, Roberto Fuentes Morrison, más conocido “El Wally”, asesinado (por el FPMR) a las 9 horas de esa misma mañana.

De acuerdo con el cable, el anónimo decía no estar afiliado a grupos políticos y pedía que se le dijera a la prensa que ahora el asunto iba “a ser duro, no puras amenazas”, buscando publicidad, ante lo cual nos estadounidenses decidieron que lo mejor sería justamente lo contrario; es decir, no difundir el llamado. Concluían que lo más probable es que se tratara de un maníaco, pero quedaba flotando una gran duda, que se trataba (según la telefonista) del mismo sujeto que sí avisó de la existencia de las uvas envenenadas.

Pese a ello, se lo tomaron seriamente, al punto que notificaron a la cancillería chilena y también a las autoridades de aeronáutica.

Misión imposible

El 15 de junio el hombre volvió a discar el número de la embajada, pero esta vez quedó un registro completo del audio (aparentemente hubo también otro llamado el 12, pero eso no queda claro). A las 10 de la mañana del 15, en todo caso, una telefonista recibió un llamado de alguien que se identificó con ella diciéndole: “Señorita, soy misión imposible. ¿Se acuerda de mí? Llamé ayer y quiero hablar con la secretaria que yo hablé”.

La joven que atendía le dijo que no sabía de qué le estaba hablando.

―¿Se acuerda de la fruta envenenada?― le preguntó y recién ahí la joven cayó en cuenta, iniciando un largo diálogo con el sujeto, quien le exigió llamar a una conferencia de prensa, amenazó con envenenar “a los americanos”; reclamó contra el dólar y la Unidad de Fomento y adelantó que iban a comenzar “con los mormones”, luego de lo cual lanzó una larga perorata que culminó, según dice el documento desclasificado, del siguiente modo: “Necesito, como le digo, que hoy día se haga conferencia de prensa y reviente esto a la sociedad nacional de agricultura (sonido de teléfono cuando está terminándose el tiempo y tiene que insertar otra moneda para seguir hablando)”.

 

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