Los documentos secretos sobre las uvas envenenadas de Chile

En marzo de 1989, cuando terminaba el gobierno de Pinochet, estalló uno los mayores escándalos de la historia de Chile, el de las uvas envenenadas, que amenazó con dañar fuertemente a uno de los mayores sectores exportadores del país.

Todo comenzó (al menos en apariencia) el 13 de marzo de 1989, cuando inspectores de la FDA (Foods and Drugs Administration) descubrieron, en el puerto de Filadelfia, dos uvas con “trazas” de cianuro en su interior. Se trataba de dos pequeñas uvas que formaban parte de un embarque 13 toneladas que provenía de Curacaví, y que había sido embarcado en Valparaíso tres semanas antes.

Aunque se estimó que la dosis ni siquiera era letal y que fueron las únicas uvas contaminadas, Estados Unidos, Japón, Canadá y otros grandes consumidores de fruta chilena detuvieron de inmediato sus importanciones. Lo que vino es conocido: las protestas de los productores de fruta y el lanzamiento de uvas de exportación a las calles de diversas ciudades de Chile, así como las denuncias de la dictadura, en orden a que se trataba de un acto terrorista perpetrado “por los comunistas”, como lo dijo en su momento el ministro del Interior, Carlos Cáceres, hoy por hoy dedicado al negocio del cáncer.

El caso (que fue investigado por el ministro de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, Domingo Yurac) nunca se resolvió y siempre se manejaron tres hipótesis respecto de la contaminación. La primera es la misma esbozada por las autoridades del momento: un acto de terrorismo, posibilidad que abría la puerta a múltiples sospechosos. Los de siempre (en  el imaginario de Cáceres) eran los comunistas, el MIR, el FPMR, etc. En la galería de imputaciones también aparecieron los servicios secretos norteamericanos, acusados de esta tropelía por Ari Ben Menashe, un ex agente del Mossad, quien creía que lo anterior era una suerte de castigo hacia el entonces comandante en Jefe de la FACH, Fernando Matthei, por su encono en detener el tráfico de armas hacia Irak.

La opción dos indicaba que podía tratarse de alguna contaminación accidental, producto de un mal manejo en los químicos que se utilizan para limpiar contenedores (los que contienen ácido cianhídrico), y la tercera posibilidad era que se hubiera aplicado algún preservante con cianuro a la fruta.

Terrorismo

No obstante, Estados Unidos, ante cuyos tribunales se inició un litigio de casi 10 años que terminó fallando a favor de la legalidad de las acciones de la FDA, siempre consideró lo sucedido como un claro acto de terrorismo.

Así lo establecen no sólo dos cables de la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA) de ese país, que se refieren en dichos términos al hecho, sino también una serie de documentos que muestran una trama de amenazas telefónicas que se inició en febrero de 1989 (antes del episodio en Filadelfia) y que se extendió hasta junio de ese año.

El primer documento es un recuento de actos terroristas ocurridos en Chile entre marzo de 1988 y el mismo mes, pero de 1989. El informe lleva una tabla de la cantidad de bombas (diferenciando entre desactivadas y detonadas) en el país, bombas en postes de alta tensión, buses quemados, “civiles asesinados, terroristas arrestados y casas de seguridad terroristas”, además de “ataques en oficinas públicas”. El texto rememoraba varios hechos ocurridos en marzo de 1989, incluyendo las manifestaciones del día 11 con motivo de un discurso de Pinochet, un apagón y otras situaciones, pero se comentaba al final que si bien había una disminución de hechos entre el ’88 y el ’89, “la mayor historia de marzo de 1989 fue el incidente terrorista de las uvas envenenadas, fuertemente cubierto en todos lados, pero aún sin resolver y sin que ningún grupo terrorista conocido haya clamado responsabilidad”.

El segundo paper de la DIA al respecto es un informe semejante, pero que compara incidentes terroristas en Chile entre abril de 1988 y abril de 1989. El documento contiene la misma tabla, que incorpora otras categorías, como “carabineros asesinados” y heridos, “ataques a trenes” y “ataques al metro”, además de incidentes mucho más fuertes que los del mes anterior, como un bombazo en el Instituto Chileno-Norteamericano de Santiago. El documento dice que “seis meses después de la detonación el nochero recibió un llamado en que se le decía que esto había sido para pagarles por las uvas”.

Los llamados

La trama de las uvas envenenadas comenzó, sin embargo, en febrero, un mes antes del hallazgo del embarque, cuando se recibieron dos llamadas en la Embajada de Estados Unidos en Chile, en las cuales un sujeto decía que se había envenenado una partida de uvas chilenas con destino al país del norte, telefonema que también se habría recibido en la embajada de Japón.

Entre la documentación desclasificada por el Departamento de Estado, la CIA o la DIA no hay mayores referencias a lo acaecido en febrero ni, muchos menos, detalles de qué se dijo en esos llamados, pero es un hecho que desde entonces se comenzaron a pesquisar los envíos chilenos a EEUU, que además dio a conocer públicamente la existencia de los llamados, luego del hallazgo de las dos uvas con cianuro.

Lo que sin embargo reforzó la idea de que el hecho era un atentado terrorista, y que incluso podría haber sido el primero de varios, fue un nuevo llamado anónimo recibido en la Embajada de Estados Unidos varios meses después, a las 11.50 horas del 09 de junio de 1989.

Según detalla un informe enviado desde Santiago a Washington, “el llamado fue recibido por una operadora telefónica de la embajada que previamente había recibido un llamado anónimo en que se avisó del envenenamiento de exportaciones de fruta a Estados Unidos” relata el documento, que agregaba un dato clave: que la telefonista “identificó a quien llamó esta mañana como el mismo individuo”.

En otras palabras, quien había dado el aviso en febrero, sobre las uvas, ahora estaba llamando de nuevo, pero con una nueva amenaza: “(esta vez) no hizo mención a acciones en contra de las exportaciones de fruta chilena, pero ahora amenaza con envenenar vino”.

A continuación, amenazó con poner bombas en aviones destinados a Miami, así como al embajador de Estados Unidos en Chile, a quien acusó de haberlo llamado “ignorante”, debido a  que este, en alguna entrevista, había dicho que quien había efectuado los llamados en febrero era alguien con poca educación.

Si el asunto ya era extraño, se puso más raro aún cuando el anónimo le dijo a la telefonista que además se responsabilizaba por el homicidio del ex oficial de la FACH y miembro del “Comando Conjunto”, Roberto Fuentes Morrison, más conocido “El Wally”, asesinado (por el FPMR) a las 9 horas de esa misma mañana.

De acuerdo con el cable, el anónimo decía no estar afiliado a grupos políticos y pedía que se le dijera a la prensa que ahora el asunto iba “a ser duro, no puras amenazas”, buscando publicidad, ante lo cual nos estadounidenses decidieron que lo mejor sería justamente lo contrario; es decir, no difundir el llamado. Concluían que lo más probable es que se tratara de un maníaco, pero quedaba flotando una gran duda, que se trataba (según la telefonista) del mismo sujeto que sí avisó de la existencia de las uvas envenenadas.

Pese a ello, se lo tomaron seriamente, al punto que notificaron a la cancillería chilena y también a las autoridades de aeronáutica.

Misión imposible

El 15 de junio el hombre volvió a discar el número de la embajada, pero esta vez quedó un registro completo del audio (aparentemente hubo también otro llamado el 12, pero eso no queda claro). A las 10 de la mañana del 15, en todo caso, una telefonista recibió un llamado de alguien que se identificó con ella diciéndole: “Señorita, soy misión imposible. ¿Se acuerda de mí? Llamé ayer y quiero hablar con la secretaria que yo hablé”.

La joven que atendía le dijo que no sabía de qué le estaba hablando.

―¿Se acuerda de la fruta envenenada?― le preguntó y recién ahí la joven cayó en cuenta, iniciando un largo diálogo con el sujeto, quien le exigió llamar a una conferencia de prensa, amenazó con envenenar “a los americanos”; reclamó contra el dólar y la Unidad de Fomento y adelantó que iban a comenzar “con los mormones”, luego de lo cual lanzó una larga perorata que culminó, según dice el documento desclasificado, del siguiente modo: “Necesito, como le digo, que hoy día se haga conferencia de prensa y reviente esto a la sociedad nacional de agricultura (sonido de teléfono cuando está terminándose el tiempo y tiene que insertar otra moneda para seguir hablando)”.