Ricardo Klement – Sin etiqueta https://www.sinetiqueta.cl Noticias Thu, 14 May 2020 02:38:01 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.4.2 https://www.sinetiqueta.cl/wp-content/uploads/2019/05/logoicon.png Ricardo Klement – Sin etiqueta https://www.sinetiqueta.cl 32 32 Los 60 años del secuestro del arquitecto de la solución final https://www.sinetiqueta.cl/los-60-anos-del-secuestro-del-arquitecto-de-la-solucion-final/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=los-60-anos-del-secuestro-del-arquitecto-de-la-solucion-final Thu, 14 May 2020 11:36:25 +0000 https://www.sinetiqueta.cl/?p=3163 Seguir Leyendo]]> Una mañana de diciembre de 1957 el fiscal del Estado de Essen, Fritz Bauer, recibió un telefonazo desde Argentina. Su interlocutor era un hombre ciego de 55 años, de origen judío llamado Hermann Lothar, quien relató a Bauer que una hija suya, llamada Silvia, tenía una relación sentimental con un joven que admiraba a los nazis y que contaba, además, que su padre había sido oficial alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Había cosas muy extrañas en torno a ese muchacho, que entre otras cosas se negaba a dar su dirección, por lo cual Silvia le mandaba cartas de amor a la casa de un tercero, debido a que pese a haberse conocido en Buenos Aires, los Lothar se habían mudado a la ciudad de Coronel Suárez. Si bien el nombre del padre de joven era Ricardo Klement, en un momento de sinceridad el muchacho confesó a su novia que en realidad su apellido era Eichmann.

El fiscal, también de origen judío, ya sabía a la perfección que al aparataje oficial de la Alemania Occidental no le interesaba mayormente perseguir a criminales nazis. Mal que mal, habían puesto como jefe de inteligencia al general Reinhard Gehlen, un ex general nazi, y se trataba de un tema que incomodaba en las esferas de poder de la naciente Alemania Federal. Finalmente, Bauer optó por violar sus deberes como prosecutor y comunicarse con el Mossad, el famoso servicio de inteligencia exterior de ese país. Para su sorpresa, no parecieron interesarse mucho.

No obstante, el Mossad simplemente había jugado al póker con él. Por supuesto que estaban interesados, más que interesados, y aunque en dos viajes iniciales que agentes del Mossad hicieron a Buenos Aires descartaron la versión, finalmente, a inicios de 1960, sometidos a una gran presión por parte del mismo Lothar y ayudados por otras pistas, los investigadores regresaron a Buenos Aires, confirmando que sí: Ricardo Klement era, en realidad, Adolf Eichmann.

Un puzzle

Para los cazadores de criminales de guerra, Adolf Eichmann había sido siempre un quebradero de cabeza. El más tenaz de ellos, Simon Wiesenthal, un arquitecto sobreviviente del Holocausto que vivía en Viena, había empezado a rastrearlo siguiendo a su esposa, al enterarse, en 1947, de que esta (Vera Liebl) había perdido un certificado de defunción de Eichmann. Al revisar los antecedentes de ese documento, Wiesenthal encontró un dato llamativo: que un tal Karl Lukas había declarado haber presenciado la muerte del criminal durante un tiroteo ocurrido en Praga el 30 de abril de 1945.

Wiesenthal escarbó un poco y descubrió algo asombroso: el testigo en realidad era un cuñado de Eichmann. En sus memorias, publicadas en 1970, escribió: “Hoy creo que mi más importante contribución a la captura fue destruir aquella patraña de su pretendida muerte. Muchos criminales de las SS no podrán ser capturados jamás porque se hicieron declarar muertos, y viven a partir de entonces felices y contentos, bajo nombres supuestos”.

En abril de 1959, el cazador de nazis encontró otra pista interesante: en una nota necrológica publicada en un diario, Vera Liebl seguía figurando con su viejo nombre de casada. Entonces Wiesenthal mandó a uno de sus ayudantes a hablar con la madre de Vera y encontró otro pedazo del puzzle, pues la anciana, inocentemente, relató que Vera se había casado en Buenos Aires con un hombre apellidado Klemens. Unos días después, cuando Wiesenthal puso estas informaciones en manos del Mossad, se hizo de inmediato el cruce de información con lo que les había dicho Lothar.

Eichmann, llamado “El arquitecto de la Solución Final”, había llegado a la Argentina diez años antes, provisto de un pasaporte de la Cruz Roja, organización que proveyó de estos documentos a otros nazis también, como Walther Rauff. Con el nombre de Ricardo Klement, Eichmann consiguió trabajo en Capri, una empresa vinculada al gobierno peronista y dirigida por el germano-argentino Carlos Fuldner, quien había sido capitán de las SS. Durante varios años Eichmann vivió en La Cocha, un pequeño pueblo Tucumán, donde estaba la planta de Capri en la cual laboraban otros nazis fugados, como él. Allí también lo acompañaban Vera y sus hijos Klaus (quien más tarde sería pololo de Silvia Lothar) y Dieter.

En 1953 los Eichmann se mudaron a Buenos Aires, donde a diferencia de otros criminales de guerra, Adolf tuvo que trabajar para vivir. Intentó emprender varios negocios, pero fracasó, y finalmente consiguió un modesto trabajo como obrero en la Mercedes Benz. Ciertamente, el haberlo marginado de los circuitos de protección de los cuales sí gozaron otros nazis fue un error, pues Eichmann era una computadora viviente: como teniente coronel de las SS y especialista en asuntos judíos, fue el burócrata a cargo de implementar el envío de millones de judíos a los campos de concentración, para lo cual coordinaba (entre otras cosas) una vasta red ferroviaria que atravesaba toda Europa, llevando a personas inocentes a campos de concentración donde, en el mejor de los casos, eran esclavizados.

El cerco

El primer grupo del Mossad encargado de la embestida final contra Eichmann llegó a Buenos Aires a principios de febrero de 1960. Sin embargo, pronto descubrieron que  su objetivo se había mudado de la dirección que tenían, en el sector de Olivos, pero descubrieron que Dieter aún trabajaba en un taller mecánico de las inmediaciones. No les fue difícil engañarlo. Le fueron a dejar un hermoso paquete, diciendo que era un regalo para su hermano Klaus.

Suponiendo que era de Silvia, Dieter lo fue a dejar a la nueva casa, sin saber que lo seguían. Así fue como descubrieron que los Eichmann ahora vivían en un inmueble muy modesto de calle Garibaldi, en el sector de San Fernando, al norte de la metrópolis. Un par de averiguaciones más sirvieron para confirmar lo que ya parecía evidente: la casa era arrendada por Vera Liebl.

Durante varios días los agentes del Mossad, hombres y mujeres, vigilaron el lugar, tomando notas acerca de los hábitos, costumbres y horarios de los ocupantes de la vivienda, pero no lograban ver a su presa hasta que el 20 de marzo de 1960, día en que ellos sabían que se cumplían los 25 años del matrimonio Eichmann Liebl, vieron a Adolf vestido con su mejor traje, mientras adentro se celebraba una fiesta.

Para evitar ser reconocidos, se remplazó al primer equipo del Mossad y llegó un  nuevo comando, integrado por Gabi Eldad (comandante), Ehud Revivi (subcomandante y jefe del grupo de avanzada), Menashe Talmi (jefe del grupo de avanzada), Yosef Kenet (incorporado para interrogar al prisionero), Ezra Eshet (coordinador de cuestiones organizativas), Zev Keren (técnico), Shalom Dani (experto en falsificación de documentos), Eli Yuval (experto en disfraces y maquillaje, y elegido para ser el primero en apresar a Eichmann, dada su contextura física), Yitzhak Nesher (miembro del grupo de avanzada), Dina Ron (para permanecer con el detenido en la casa donde lo alojaran), y un médico, que debería mantener drogado al prisionero durante las distintas fases de la operación.

A inicios de mayo, el Director del Mossad, Isser Harel, viajó a Buenos Aires, donde comunicó al comando que una vez que atraparan a Eichmann, lo subirían a un avión Britannia de la línea estatal El-Al, que llevaría a Argentina a la delegación de Israel que asistiría a los festejos de los 150 años de la Revolución de Mayo. Si eso fallaba había un plan B: Subir a Eichmann a un buque carguero israelí.

Tanto las tripulantes del avión como los del buque eran todos sobrevivientes de campos de concentración, o familiares de víctimas de las SS.

El miércoles 11 de mayo de 1960 había más de 60 agentes del Mossad en Buenos Aires, listos para la captura. A eso de las 20, hora de Buenos Aires, Eichmann bajó del taxibús en que regresaba del trabajo y apenas dio dos pasos, cuando cuatro agentes del Mossad le cayeron encima. Comprendió de inmediato lo que estaba sucediendo y no opuso resistencia.

Apenas lo llevaron a la casa de seguridad en que lo mantendrían secuestrado durante ocho días, en Buenos Aires, confesó su real identidad sin mayores problemas. El 19 de mayo de 1960 le inyectaron una droga que lo dejó semialetargado. Lo vistieron con el uniforme de El-Al y lo sentaron en la parte de atrás de un auto. A ambos lados iban dos agentes del Mossad y otros dos más viajaban adelante, todos vestidos con el mismo uniforme. De madrugada, accedieron por una entrada lateral a Ezeiza y, muy alegres, dijeron a la policía argentina que casi no llegaron a tiempo a tomar el vuelo que debían tripular, pues se habían quedado hasta tarde en una fiesta. La gente de migraciones miró desaprensivamente el manojo de pasaportes que el conductor entregó (uno de los cuales correspondía a Eichmann, con un hombre judío) y los dejaron pasar.

Pocos días después el Primer Ministro de Israel, David Ben Gurión, anunciaba al mundo que el criminal de guerra se encontraba detenido, a la espera de ser juzgado, noticia que sacudió por completo a la comunidad de nazis que se habían fugado a América Latina. De hecho, fue a consecuencias de aquello que en Chile comenzó la presión en pos de la captura del criminal Walther Rauff (quien fue finalmente detenido en 1962 y liberado de todo cargo en 1963, por la Corte Suprema, sobre la base, entre otras cosas, de la prescripción de los delitos que se le imputaban, según las leyes chilenas). En 1965, el Mossad atacaría de nuevo, pero en Uruguay, donde no serían tan compasivos

El juicio de Eichmann, que se celebraría al año siguiente en Jerusalén, dejó innumerables huellas en la humanidad, pues además de ser el primer juicio televisado a todo el mundo (hay una película al respecto: “The Eichmann show”), su cobertura por parte de la filósofa Hannah Arendt generó una de las más importantes teorías modernas: la banalidad del mal, sobre la cual se puede leer en este otro texto de Sinetiqueta.

El año pasado, en tanto, Netlix estrenó la película “Operación Final” en la cual, con bastantes licencias, se relata el secuestro del nazi, la cual se puede ver en este enlace (para lo cual es necesario poseer una cuenta de dicha empresa de streaming).

Otra película donde aparece Eichmann en plenitud, pero que no está en streaming, es “Conspiracy” (de 2001 y traducida como “La solución final”), que recrea la conferencia de la mansión de Wansee, un reunión que se efectuó en una elegante vivienda de Berlín, en la cual diversos altos mandos nazis tomaron la decisión de implementar el exterminio masivo del pueblo judío, como si se tratara de una sesión de directorio de cualquier empresa.

La película es protagonizada por el siempre brillante Kenneth Brannagh, que interpreta al general Reinhard Heydrich, mientras que Stanley Tucci es Eichmanm, quien ofició de secretario en dicha reunión y preparó las actas de ella, una de las cuales sería encontrada años más tarde, probando la existencia de un plan sistemático destinado a eliminar a todas las personas de etnia judía de Alemania y los países ocupados por el nazismo. Aquí se puede leer una traducción al español de ese documento que, como se notará, está lleno de eufemismos, como “evacuar” por “asesinar” o “solución final”, que no necesita explicaciones.

Ah, por cierto: también hay una película sobre el fiscal Bauer. Se llama “El pueblo contra Fritz Bauer” y también hay varias otras películas anteriores sobre el caso, de las cuales quizá la más famosa es “La casa de calle Garibaldi“, de 1979, basada en el libro del mismo nombre escrito por Isser Harel.

NOTA: Este texto está adaptado del capítulo 7 del libro América Nazi (Aguilar, 2014), de Jorge Camarasa y C. Basso

Fotografía Principal: History.com

 

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