La enigmática conexión chilena con el caso Watergate

Uno de los episodios más desconocidos de la Guerra Fría en torno a Chile fueron las extrañas incursiones que sufrieron la Embajada chilena en Washington DC y los domicilios de varios diplomáticos de nuestro país en Estados Unidos, los que fueron objeto de robos y allanamientos de morada que jamás fueron solucionados por la policía, pero que todo indica fueron cometidos por “Los plomeros”, como se denominaba al equipo de exagentes de inteligencia y anticastristas que protagonizó el famoso caso Watergate, grupo parapolicial al cual, por cierto, también apareció vinculado un chileno. 

Volvamos en el tiempo y vayamos a 1971, cuando uno de los políticos chilenos que más interesaba a Estados Unidos era el entonces embajador de Allende en Washington DC, Orlando Letelier, respecto del cual los norteamericanos estaban convencidos de que había sido nombrado allí por su amistad con Allende, por lo que les preocupaban mucho sus actividades diplomáticas, a tal punto que, de acuerdo con que el investigador John Prados relata en su libro “Safe for Democracy: The Secret Wars of the CIA”, “Los plomeros” se introdujeron al menos media docena de veces en la embajada chilena en Washington, en la primavera y verano de 1972.

Sin embargo, de acuerdo con los archivos del diario The New York Times, son cuatro las incursiones en contra de intereses chilenos, de las cuales existe constancia.

La primera se produjo el 5 de abril de 1971, cuando “Los plomeros” entraron a la residencia del entonces embajador de Chile ante Naciones Unidas, Humberto Díaz-Casanueva, en la elegante avenida Lexington, en Manhattan. Además de revolver muchos papeles, los ladrones solo se llevaron de allí un secador de pelo y un par de botas. Casi una semana más tarde, el 11 de abril del mismo año, ingresaron a un departamento en la calle 38 Este, en el cual vivía Javier Urrutia, representante de Corfo en Estados Unidos y amigo personal de Salvador Allende. «Los plomeros» solo se llevaron de ahí una pistola calibre .25. Además, inutilizaron la chapa de la puerta principal con chicle.

Volvieron a atacar el 10 de febrero de 1972, cuando allanaron ilegalmente otra residencia del sector, muy cerca de Times Square, donde vivía Víctor Rioseco, funcionario chileno de Naciones Unidas. Desde su departamento de la calle 46 Oeste se llevaron una radio y un televisor.

El acto final del grupo (que era dirigido por otro exoficial de inteligencia, Howard Hunt) tuvo lugar el 13 de mayo de ese año, cuando se metieron a la embajada chilena en Washington, en la cual causaron grandes destrozos y revolvieron todos los papeles, especialmente en la oficina del embajador.

Pese a ello todo ello, en los archivos desclasificados del FBI respecto del caso Watergate, hay pocas referencias al respecto. Una de ellas es un memo de abril de 1973, en el cual un senador pedía información a Mark Felt (entonces subdirector del organismo y quien confesaría el 2005 que había sido “Garganta Profunda”, el informante del periodista Bob Woodward) sobre el allanamiento a la embajada de Chile y le solicitaba información acerca de si los autores habían sido los “plomeros” de Nixon.

La respuesta fue extrañamente lacónica: “El FBI no ha investigado el supuesto allanamiento a la embajada de Chile, dado que es una materia de la policía local y no está dentro de la jurisdicción del FBI. Por si al parlamentario (Birch Bayh) no le quedaba claro, se le especificaba que “no hemos pesquisado la sugerencia de que habría una conexión entre el allanamiento a la Embajada de Chile y el caso Watergate”.

Pese a ello, en la investigación del FBI por Watergate figura un antecedente que al parecer no se investigó a fondo, según el cual una fuente de Miami dijo a personal policial de Washington que “había oído que Barker había estado involucrado en el allanamiento a la Embajada de Chile”.

Con dicho apellido se refieren a Bernard Barker, uno de los “plomeros” detenidos en 1972 cuando espiaban al interior de las oficinas del Comité Demócrata en el complejo Watergate, ubicado a pocas cuadras de la Casa Blanca. Pese a su nombre inglés, Barker era un cubano anticastrista, que fue arrestado junto a sus compatriotas Eugenio Martínez y Virgilio González, todos mercenarios que habían trabajado para la CIA, lo mismo que el norteamericano Frank Sturgis. también cayó junto a ellos el exoficial de la misma agencia James McCord.

El chileno del chiste

Aparte de los robos y allanamientos ilegales hay otro vínculo entre Chile, “Los plomeros” y el caso que le costó la presidencia a Richard Nixon, y se trata de un supuesto ex policía chileno, sólo identificado como Juan R. Ruiz, cuyo nombre aparece en repetidas oportunidades en la investigación del FBI al respecto, debido a que los investigadores llegaron tras él siguiendo el rastro de James McCord.

Según figura en los documentos desclasificados, pocos días después del robo en el cuartel Demócrata (que se produjo el 17 de junio), oficiales federales arribaron a una lavandería cercana a Baltimore a interrogar a Ruiz, quien les dijo que era chileno y que en Santiago había trabajado un año (desde marzo de 1968 a julio de 1969) como “oficial del departamento de finanzas de la policía”, sin que se especifique si se refería a Carabineros o Investigaciones, aunque por la descripción lo más probable es que se haya tratado alguien perteneciente al escalafón de intendencia de la policía uniformada, de ser cierto lo que afirmó.

En circunstancias que no explicó, Ruiz dijo al FBI haber conocido a Ronald Heath, quien trabajaba en la embajada de Estados Unidos en Chile y el cual, según los agentes que redactaron el informe, “se interesó en Ruiz y accedió a patrocinarlo en EEUU“. De hecho, cuando llegó a dicho país, Ruiz vivió algunos meses en la casa de Heath y luego comenzó a compartir departamento en Rockville (Maryland) con otro chileno, Horacio Chacón, pero siempre manteniéndose en contacto con Heath, que a esas alturas (principios de 1970) había sido trasladado al Departamento de Estado, en Washington.

Ruiz contó a sus interrogadores del FBI que entre septiembre y diciembre de 1971 tomó un curso en el Montgomery College, como guardia de cadenas de retail, y que allí conoció a James McCord, uno de los “plomeros”, como se señala antes, quien se había retirado hacía poco de la CIA y trabajaba como instructor de seguridad, aparte de lo cual había montado una empresa del mismo rubro.

De ese modo, detalle el informe del FBI, McCord mostró interés en Ruiz y le pidió trabajar con él de modo informal, en McCord y Asociados”, oferta que el chileno aceptó, siéndole asignándosele como tarea la organización “de los archivos generales de la oficina, desde el 1 de febrero hasta el 13 de mayo de 1972”, un archivo al parecer bastante grande ―hay que decirlo― para una empresa de seguridad que no tenía ni un año de vida.

Durante todo ese tiempo, Ruiz permaneció en Estados Unidos en calidad de inmigrante ilegal, y por ello es que ―aseguró― le pagaban con cheques emitidos a nombre de Heath, su amigo santiaguino que trabajaba en el Departamento de Estado, y que aceptaba toda la curiosa situación, pese al lugar en que desempeñaba funciones.

Paralelo a ello, McCord supuestamente habría recomendado al ex policía chileno para que realizara algunos trabajos en el patio de Glenn Sedan, alto miembro del Comité de Reelección del Presidente (Nixon), quien le pagó con un cheque por 40 dólares, emitido a nombre de Don Heath, y que fue la hebra gracias a la cual los hombres del FBI llegaron hasta Ruiz, 

¿El banco que usaba Sedan y con el cual le pagó a Riggs? El Riggs, por supuesto.

De Ruiz nunca más se supo. La única referencia reciente que se puede encontrar de alguien que usa el nombre de  “Juan R. Ruiz” es la compra de una casa de 235 mil dólares, el año 2005, en Chadburn Place, en Montgomery.

OBS: Este texto fue confeccionado a partir de historias que figuran en mis libros La  CIA en Chile (2013) y La conexión chilena (2018).