Los códigos secretos de los Brujos de Chiloé

Suena casi a fantasía, pero en Chiloé hubo una organización de brujos que, amparándose en un complejo organigrama, fue investigada como asociación ilícita por la justicia chilena, en 1880, a raíz de varios homicidios.

Se cree que dicha organización, llamada “La Recta Provincia”, nació a inicios del siglo XIX en la zona norte de Chiloé, aunque nadie tiene muy claros sus orígenes, sobre todo porque en ella se fundieron creencias míticas chilotas con algunas leyendas españolas y con la geografía de Chile y del continente, como ya veremos.

Como todo grupo secreto, para pertenecer a “la Recta Provincia” era necesario someterse a un ritual de iniciación, en el cual se formulaban juramentos secretos de adherencia a la organización y de respeto a las órdenes que de ella emanaran. Además, poseía una estructura realmente llamativa, pues existían cargos y nombres muy rimbombantes, que formaban una suerte de códigos secretos que solo los iniciados podían conocer, pero de los cuales hoy sabemos gracias a las pocas hojas que quedaron sueltas del proceso de 1880.

Así, el líder máximo del grupo era llamado “Rey de España”, “Rey sobre la Tierra” o “Rey de Lima” (recordemos que hasta tiempos bastante avanzados, Chiloé seguía siendo parte del Virreinato de Lima). “España”, “La Tierra” o “Lima” eran, a su vez, formas de referirse al caserío de Quicaví, donde el grupo tenía su centro de operaciones.

Había otro cargo que era el de “Comandante de la Tierra” y, por supuesto, estaba el “Comandante de la Recta Provincia”, aunque nadie sabe con certeza qué diferencias existían entre ellos.

También había un “Juez componedor” y una “Recta Provincia de Arriba”. Igualmente tenían un “Visitador general”, un “Presidente debajo de la Tierra”, un “Presidente de la República del Norte de la raza indígena” y hasta diputados y jueces, además de “componedores”, personas encargadas de reprimir a los demás brujos de la zona en que desempeñaban sus funciones, pues se creía que cualquier mal que se produjera, como una enfermedad, era producto de alguna acción mágica. 

De ese modo, cuando alguien era víctima de una enfermedad rara, el “componedor” iba donde el supuesto causante del maleficio y lo conminaba a terminar con este. Si el enfermo se salvaba, todo bien. Si no, el sospechoso moría repentinamente… 

Además de todos estos títulos, usaban nombres en clave para referirse a los distintos lugares en que se movían. Así, al pueblo chilote de Conao lo llamaban entre ellos “Concepción“. Quetalco era “Talca”; Chelín “Chillán” y Aucar “Antofagasta”. Uno de sus centro neurálgicos era Tenaun, y quizá por ello lo llamaban “Santiago”, mientras que Abtao era “Norteamérica” y Dalcahue “Villarrica”. 

Además, “La Recta Provincia” contaba con una enorme burocracia, pues escribía decretos, bandos y comunicados de una forma muy especial, muy semejante a las comunicaciones oficiales del reino de España. 

Las costumbres

Aparte de esos curiosos códigos secretos, los miembros de “La Recta Provincia” se jactaban de conocer la fórmula de un veneno terrible: el bocado, el que usaban para causar una hemorragia digestiva fenomenal. Daba mucha sed, vómitos e inflamación del tracto digestivo, y según ellos se confeccionaba con sapos y lagartijas, cuyos cuerpos dejaban secar al sol para, después, hacer un polvillo que se aplicaba a la víctima en alguna bebida. 

Para curarlo se usaba el mismo procedimiento: se daba polvo de bocado a la víctima, pero esta debía tomarlo en agua bendita.

La leyenda fundacional de “La Recta Provincia” dice que un navegante de apellido Moraleda llegó a Chiloé trasladando esclavos, pero se presentó Tenaun diciendo que era un hechicero y  efectuando una serie de actos frente a los chilotes: según dijeron estos en el proceso, delante de ellos se convirtió en pescado, en lobo y en paloma. 

No obstante, señala la tradición, una bruja local llamada Chillpila lo retó a una especie de duelo de hechicería, que ella ganó, haciendo que el buque de Moraleda perdiera de repente toda el agua que tenía por debajo, por lo que cayó al fondo, tras lo cual Chillpila lo hizo reflotar, llenando de nuevo de agua el mar. 

A causa de su derrota, Moraleda le regaló a la hechicera un libro misterioso, que contendría una serie de fórmulas de encantamientos que sería la base de “La Recta Provincia”. De hecho, en el juicio que se les hizo en 1880 uno de los brujos dijo tenerlo en su poder, la verdad es que nunca fue hallado. 

Por cierto, José de Moraleda y Montero en realidad existió y hay pocas posibilidades de que haya sido un brujo. En realidad, era un eximio cartógrafo y un mejor navegante. Fue él quien, a partir de 1786, describió casi con absoluto detalle la morfología de Chiloé. En su honor fue bautizado el Canal de Moraleda, al sur de la Isla Grande.

La cueva

Supuestamente, la organización se reunía en una cueva ubicada en Quicaví, aunque en realidad se trataba (dijeron los acusados en el proceso) de una casa subterránea, ubicada en una quebrada. Se sabe que tenía habitaciones recubiertas de madera y que al centro poseía una mesa, cuatro sillas principales y tres bancos de madera.

Allí, muy apretados, es de suponer, se reunían los integrantes del Consejo de Gobierno de La Recta Provincia, los que cada 40 o 50 años determinaba quiénes debían ser el imbunche y el chivato. Es decir, escogían a dos hombres a quienes secuestraban y encerraban en la cueva, a quienes alimentaban con carne de chivato o de niños difuntos que robaban del cementerio. 

Así, se supone que en función de esa “dieta” al imbunche le salía una especie de tercera pierna por la espalda, lo que generaba un monstruo que caminaba hacia atrás, en una forma totalmente antinatura. El chivato, en tanto, decían que era algo más normal, pues solo se trataba de un viejo que tenía una barba blanca que le llegaba hasta la cintura y que lloraba constantemente pidiendo que le llevaran carne de niño recién nacido.

El imbunche, a todo esto, era el guardián de la cueva (o casa) y según los brujos, antes de entrar en ella, era obligación besarle el ano (puaj).

El macuñ

Otro de los secretos de esos peculiares brujos que quedó al desnudo en el proceso fue la supuesta existencia de los “Macuñ”, que se suponía que eran una parte de la piel de los brujos que morían y que era una suerte de tenida oficial, algo que todo brujo respetable debía tener.

Claro, conseguir uno no era muy simple, pues para lograrlo había que desenterrar a un brujo fallecido y cortarle la piel de la parte izquierda del pecho, desde arriba hacia abajo. Luego había que curtir esa piel con diversas yerbas y después había que colgársela del pecho con varios cordones, siempre al lado izquierdo, gracias a lo cual se generaba una especie de luz incandescente que, además de iluminar el camino, era al mismo tiempo un aviso para los demás, formando una especie de chaleco amarillo decimonónico.

Cabe mencionar que el juicio llevado contra los brujos de Chiloé por el Juzgado de Letras de Ancud culminó con diez personas condenadas (dos de ellos nunca fueron encontrados) a penas muy leves. El que recibió más años de cárcel fue Mateo Coñuecar, a quien se sindicaba como el líder, y a quien se le imputaron varios homicidios, pese a lo cual su pena fue de solo tres años.

Tras las respectivas apelaciones, la Corte de Concepción (que por aquel entonces tenía jurisdicción en todo el sur de Chile) emitió un fallo, el 24 de mayo de 1881, en el cual absolvió a todos los acusados, determinando que no constaban los homicidios y otros delitos que se imputaban al grupo (entre ellos, estafa) y que “la asociación en que los reos confiesan haber tenido parte, no consta que fuera formada con el objeto de atentar contra el orden social, contra las buenas costumbres, o contra las personas o propiedades, de manera que pueda calificarse de delito”.