Las desconocidas técnicas de manipulación de las sectas

De cuando en cuando, aparecen en las noticias crónicas relativas a curiosos individuos que, iluminados por ideas generalmente apocalípticas, dicen tener revelaciones divinas a través de las cuales reciben los más peculiares mensajes, generalmente relacionados con el fin del mundo. La historia está llena de ellos y sin ir más lejos, en Chile tenemos quizá al que sea el más pernicioso líder sectario de los últimos 40 años, Paul Schäfer, que con una retorcida interpretación del cristianismo, creó en torno suyo a la secta de Colonia Dignidad, una sociedad autárquica cuyo fin supremo era saciar los pervertidos deseos sexuales de su líder.

Para entender estos fenómenos se debe tener en cuenta que los objetivos de una secta o un grupo de tales características son siempre dos: satisfacer los más exóticos gustos del líder de turno (sean sexuales o de otro índole) y, por cierto, captar dinero, generalmente a través de la indoctrinación de nuevos miembros.

Cualquier secta de manual presenta además una serie de rasgos que se repiten en cualquier país del mundo. Todas cuentan con líderes carismáticos, decididos y dominantes, que a su vez presentan características mesiánicas, pues proclaman tener una misión especial en la vida, centrando la veneración -que por ejemplo, debería estar dirigida a algún dios- en ellos. Asimismo, son totalitaristas, pues controlan por absoluto la vida de sus feligreses a través de una doble moral, ya que mientras el líder prohíbe a sus adeptos incluso ver a sus esposas, es habitual que él posea una vida personal desenfrenada y contraria a las buenas costumbres, los cánones sociales o la Ley.

Del mismo modo, todas las sectas ejercen coersión sicológica en contra de sus miembros, controlando el medio ambiente de estos, diciéndoles qué hacer, dónde ir, qué ver, qué escuchar, con quién hablar; por medio de un mecanismo conocido como “manipulación mística”; es decir, reinterpretando y acomodando libros sagrados (La Biblia, el Corán, etc.) al mensaje del “mesías” de turno; prohibiendo las críticas y creando un nuevo lenguaje.

Así, los adeptos dejan de ser quienes eran y adoptan nuevos nombres (Estrella galáctica, Antena, Rayito de sol, Krishna Ra o cualquier patraña semejante), lo que de inmediato les genera una nueva identidad. En definitiva, lo que el líder busca es que sus seguidores rompan con el mundo anterior y creen lazos de intimidad y empatía con él. Cuando lo consigue, tiene el juego ganado.

Para ello, usan por lo general técnicas de persuasión físicas, siendo la más común la hiperventilación (por lo general, cánticos acompañados de ejercicios), que causa un aumento de dióxido de carbono en la sangre y esto, a su vez, provoca una alcalosis respiratoria, cuyo efecto es de sopor, lo que es percibido inicialmente como euforia. Otras técnicas de este estilo son la repetición de movimientos, la manipulación corporal, el trance, la hipnosis y la imaginería.

El control del pensamiento también se logra a través del adoctrinamiento profundo de los miembros del grupo, contra los cuales se usa una doctrina absolutista, pues les entregan «la verdad» en forma maniquea, a través de lugares comunes como «nosotros contra ellos» o «negro y blanco».

De esta forma, el adepto siente que todo lo bueno es el líder y el grupo, que no necesita pensar porque la doctrina piensa por él y, además, se le enseña a bloquear informaciones críticas. Para «ocupar la mente» se canta, se reza, se medita. En definitiva, los convierten en autómatas, como puede atestiguar cualquiera que alguna vez haya estado en la Colonia Dignidad.

El control emocional, finalmente, se obtiene implantando el miedo (por la fuerza) y la culpa. Esta, generalmente, se utiliza logrando la confesión de antiguos pecados, que después se sacan a la luz pública frente a todo el grupo -pese a que en las confesiones sectarias se asegura a los adeptos que nadie sabrá lo que están contando- lo cual genera sentimientos de culpa en el afectado. A tal grado llega la implantación de fobias, que a los adeptos se les crean reacciones de pánico subconscientes. Las sectas siempre dicen que sus miembros son libres de ir dónde quieran y de abandonar cuando les plazca. Sin embargo, la realidad es que muchos, llegada la hora de salirse, no pueden hacerlo debido a las reacciones psicosomáticas (frío, calor, transpiración, jaqueca, náuseas, etc.) que le provoca el sólo hecho de pensar en abandonar el grupo.

Colonia Dignidad

El señor Schäfer es la única y última autoridad. El es el único pastor de todos. Así que sabe todo de todos, lo que ha pasado en sus vidas y en su mayor parte lo tiene todo escrito”, escribió en 1985 Hugo Baar, otrora jerarca de la Colonia Dignidad, luego de escapar del enclave rumbo a Canadá.

Su testimonio era muy revelador de la forma en que funcionaba la secta: “dentro del fundo hay y había discusiones sobre la Biblia, se cantan cantos religiosos y se reza, pero como ya dije anteriormente, todo esto se hace de una manera sumamente unilateral, porque Schäfer escoge algunas verdades o pone un acento exagerado en otras. Aquí, en este campo espiritual, hasta los últimos rincones de la conciencia, el Sr. Schäfer utiliza la biblia como principal instrumento de la violencia y la opresión, aprovechándose simultáneamente de las sinceras intenciones y entrega del individuo, ante todo del miedo de cometer pecados contra Dios”.