La Torre Elevada, el mejor relato del 11/S norteamericano

Luego de los atentados en contra de las Torres Gemelas, emergió una multiplicidad de libros que intentaban explicar lo ocurrido y escudriñar, además, en la mente de Osama Bin Laden. Algunos, como Jason Burke (autor de Al Qaeda) lo lograron en forma bastante digna, como también lo hizo Yousef Boudansky en su biografía sobre el líder del grupo terrorista, o Melanie Phillips, en Londonistán, que si bien se centra en Londres, entrega una buena visión sobre lo que fue Al Qaeda y su maquinaria de matar.

Sin embargo, el libro definitivo es La Torre Elevada (The Looming Tower, en su título original), del periodista norteamericano Lawrence Wright, del sello Debate.

Se trata definitivamente del texto más completo y más totalizador que se ha escrito al respecto, pues no sólo se centra en los atentados, en los rezos de los cuatro pilotos suicidas o en la muerte de miles de inocentes, sino que explica en forma desapasionada (pero con la pluma de un novelista de misterio) la trama que llevó a Bin Laden y sus asociados a cometer el peor acto terrorista de la historia humana, nudo que se comenzó a desenrollar a fines de los años cuarenta… en Estados Unidos.

En efecto, la historia comienza relatando la vida que tuvo en el país del norte el máximo ídolo ideológico de Bin Laden, un egipcio llamado Sayyid Qutb, que emigró allá buscando precisamente un bienestar. Pese a eso, comenzó a radicalizarse, al entrar en colisión el estilo de vida occidental (pletórico del triunfo post Segunda Guerra Mundial) con su estricta formación islámica. Objeto del racismo y de otras situaciones injustas, se escandalizó en extremo por la conducta sexual de las norteamericanas: “El ya estaba prevenido contra el comportamiento atrevido de la mujer estadounidense”, apunta Wright, quien desempolvó los apuntes de un horrorizado Qutb sobre una enfermera que le atendió cuando le extirparon las amígdalas en un hospital de Long Island, en 1949: “es plenamente consciente de los atractivos de su cuerpo, de su cara, de sus ojos excitantes, sus labios carnosos, sus pechos turgentes, sus nalgas redondas y sus piernas suaves. Lleva colores vivos que despiertan los instintos primarios, no oculta nada y añade una risa incitante y una mirada atrevida”.

Luego de un par de años, el prejuicioso Qutb regresó a Oriente convencido de que Occidente era un régimen ateo, inmoral, vicioso y que por ende había que barrer con él, aplicando sobre todos los países pecaminosos la sharía (ley islámica), lo que veía como única solución a todas las cochinadas que había visto en Estados Unidos. En Egipto se dedicó a escribir y a liderar el primer grupo radical islámico, la Hermandad Musulmana (por lo cual fue ejecutado en 1966), pero sus ideas marcaron a toda una generación, entre la cual sobresalían dos aventajados discípulos: Osama Bin Laden y Aymán Al Zawahiri, el eterno número uno de Al Qaeda.

Sin embargo, La Torre Elevada no es un libro acerca de Qutb, sino una historia de cómo se fue forjando en sus seguidores la fobia antinorteamericana (que llegó al paroxismo luego que los estadounidenses tuvieran la impía idea de entrar al territorio árabe para invadir Kuwait, lo que para ellos era una herejía innombrable) y de cómo, durante muchos años, los servicios de inteligencia fueron obviando las señas que les llegaban desde la boca de algunos arrepentidos del grupo (como Jamal Al Fadl), destacando en este aspecto la trágica historia del jefe de antiterrorismo del FBI en Nueva York, el agente especial John O´Neill, quizá el hombre más obsesionado en todo Estados Unidos con Bin Laden, y quien murió en las Torres Gemelas (la miniserie de Amazon Prime, The Looming Tower, se centra justamente en él).

Si bien el texto no se adentra mucho en los atentados en sí (ojo, posee un capítulo final con información actualizada, después del asesinato de Bin Laden) el Premio Pulitzer que ganó el 2007 en la categoría No Ficción es más que merecido e inscribe a este libro en la tradición de otras grandes investigaciones periodísticas, como el libro Muerte de un presidente, de William Manchester, pues al igual que éste, se trata de un recuento exhaustivo de lo que sucedió, siendo especialmente relevantes los detalles que entrega acerca de la vida de Bin Laden en su infancia y adolescencia, a quien retrata como un hijo de segundo orden (su padre tuvo cuatro esposas y pronto se divorció de la madre de Bin Laden) que solo comenzó a radicalizarse cuando tenía 14 años y que era fanático del fútbol: “Solía ir a jugar a los barrios más pobres de Yidda. A la hora del almuerzo, aunque ayunara, Osama dividía a sus compañeros de equipo en grupos con los nombres de los compañeros del Profeta (Mahoma) y ponía a prueba sus conocimientos sobre el Corán: ¡Gana el grupo de Abu Bakr ―exclamaría― y ahora a comer pasteles!”, cita Wright.

Y quizá el mayor mérito de la impresionante obra de Wright, es exponer de un modo brutal y humano lo que aconteció después del 11 de septiembre de 2001. Según relata, el fuego en los escombros demoró 100 días en ser apagado, y con él se consumieron casi tres mil vidas, “una especie de parlamento universal, que representaba a 62 países y prácticamente todos los grupos étnicos y religiones del mundo. Había un agente de bolsa ex hippy; el capellán católico gay del cuerpo de Bomberos de la ciudad de Nueva York, un jugador de hockey japonés, un chef ecuatoriano, un calígrafo vegetariano, un contable palestino… la multiplicidad de maneras en que estaban ligados a la vida ilustraba el mandato coránico según el cual arrebatar una sola vida destruye un universo. Al Qaeda había dirigido sus ataques contra Estados Unidos, pero había asestado un golpe a toda la humanidad”.

Y un dato final, acerca del título del libro. Si bien la traducción de “looming” se refiere más que a “elevada” a algo que se aparece, que se avecina, para el efecto da lo mismo, lo cierto es que Wright señala que poco antes del 11-S, Bin Laden acudió a una boda muy importante, pues se casaba su hijo de 17 años, con la hija de uno de sus lugartenientes, de 14.

Al iniciar la ceremonia, leyó un pequeño poema que recordaba el ataque efectuado por su grupo el año anterior en contra del destructor norteamericano USS Cole. Luego de ello, otro de sus hijos, de 12 años, recitó otro poema que terminaba diciendo “¡siempre combatiremos al kafir! (infiel). Como es evidente, ese sí era un ambiente extremadamente ideologizado y además revelaba el placer que sentía Bin Laden por los discursos, el mismo que lo llevó a grabar un mensaje en video dirigido a los 19 hombres que se suicidarían el 11/S, que culminaba repitiendo tres veces una frase del Corán: “donde quiera que os halléis, la muerte os alcanzará, aunque estéis en las torres elevadas”.