La guerra de Paul Schäfer contra las monjas de San Manuel

Cerca de 300 fichas sobre el asedio de Colonia Dignidad en contra de un grupo de monjas revelan no solo el mundo paranoico y maniqueo en que vivían los jerarcas de la secta parralina, sino que además dejan en evidencia que esta era en sí misma un organismo de inteligencia.

Quizá una de las revelaciones más asombrosas de las 45 mil fichas de inteligencia de Colonia Dignidad, desclasificadas por el ministro en visita Jorge Zepeda hace algunos años, es el hecho de que más allá de la conocida colaboración entre Paul Schäfer con la DINA y la CNI, Colonia Dignidad fue, además, un organismo de inteligencia en sí mismo, que recolectaba y clasificaba información estratégica no sólo respecto de personas de izquierda, sino también sobre funcionarios de Carabineros, Investigaciones, Ejército, DINA, CNI y (especialmente) del SIM, el Servicio de Inteligencia Militar.

El jurista Hernán Fernández señala al respecto que “como abogado de las víctimas por casi 20 años, puedo decir responsablemente que Colonia Dignidad fue una asociación criminal, pero al mismo tiempo era una secta destructiva, coercitiva, que anulaba la voluntad de sus víctimas y, además, fue un servicio de inteligencia. Esas tres características la hacen única en el mundo y eso hace mayor la responsabilidad del estado chileno” explica, agregando que para dimensionar todo lo anterior es necesario entender que “ni la mafia italiana tuvo tanto poder como Colonia Dignidad”.

La expresión más conocida de esta maquinaria de inteligencia son, por cierto, las fichas de inteligencia que el fallecido colono Gerd Seewald confeccionaba a máquina, plasmando en ellas informaciones de prensa y de otras fuentes abiertas, así como antecedentes basados en rumores sobre personas de todo Chile.

Una breve revisión de las fichas deja en evidencia algunas de las obsesiones de Paul Schäfer y su séquito: además de ver comunistas y miristas en todos lados, les interesaban mucho los artistas (solo Nemesio Antúnez tiene cerca de 60 fichas), así como los masones y especialmente los miembros de la AMORC (Antigua Orden Rosa Cruz), que parecía tener varios miembros en San Carlos, a los cuales seguían y fotografiaban, atribuyéndoles todo tipo de características negativas, rayanas en el infantilismo, lo mismo que hacían con prácticamente todas las personas que pertenecían a la Iglesia Católica en la Provincia de Linares, partiendo por el obispo Carlos Camus, a quien en una de las fichas calificaban de “marxista”. 

Infiltrados

No obstante, la colonia no se limitaba a llevar un archivo y ser el lugar donde la dictadura enviaba a determinados presos que querían interrogar o hacer desaparecer, sino que además dictaba clases de inteligencia a los miembros de la DINA, como consta en el proceso por el homicidio de Miguel Angel Becerra, agente del dicho organismo.

Asimismo, Dignidad manejaba amplias redes de informantes e infiltrados, y seguía, fotografiaba e interceptaba las comunicaciones de cualquiera que le pareciera una amenaza.

Quizá la constatación más evidente de esa paranoia en que vivían los alemanes y la forma en que operaba como aparataje de inteligencia, son las cerca de 300 fichas en que se relata la forma en que espiaron a las monjas de la congregación de las Hermanitas de la Paz, quienes llegaron en 1977 a establecerse en el sector de San Manuel, a pocos kilómetros del predio principal de la Colonia, al interior de Parral.

Encabezadas por Paulina Camus Larenas, hermana del obispo Carlos Camus, durante años sufrieron el acoso de los colonos, hasta que en el 1985 debieron abandonar el lugar, luego que les quemaran el convento.

Las fichas

De las cerca de 300 fichas sobre las monjas, hay 167 dedicadas a la madre Paulina. Cien de esas son fotografías que le fueron tomadas clandestinamente no solo a ella, sino que a sus documentos personales, a las demás monjas, a quienes las visitaban, a los autos que entraban y salían del convento y a las habitaciones de este.

Una de las secuencias más escabrosas está compuesta por tres imágenes que muestran el plano general de un dormitorio muy modesto, compuesto por una cama y un velador que tiene un cajón encima y una vela. Un zoom, tomado desde otro ángulo, permite apreciar un detalle del cajón, la vela y una caja de fósforos, además de un post-it pegado a una tabla. Un nuevo acercamiento se cierra sobre el texto escrito en el post-it.

Además, hay fotos áreas y terrestres del convento y sus construcciones, un plano de estas confeccionado a mano alzada y muchas imágenes de las monjas caminando, subiendo o bajando de vehículos, etc.

Paulina Camus sabía perfectamente bien que sus comunicaciones eran interceptadas y por ello enviaba “mensajes” cada vez que hablaba con las otras monjas.

—Cada vez que hablaba con las hermanitas, antes de empezar, saludaba a los hermanos alemanes: buenos días, sé que nos están escuchando, así es que queremos decirles que Dios los ama mucho, que los conoce y está con ustedes— recuerda con humor.

Sin embargo, no sospechaba el volumen del espionaje que revelan las fichas, y se ríe al saber que en estas hay muchas cartas y fotos de ella, pero cambia su tono al preguntársele sobre si alguno de los informantes de la colonia era algún trabajador del convento, lo que niega rotundamente y asegura no saber quienes son “Reca”, “Mami” o “Mina”, los principales soplones sobre sus actividades.

Pese a ello, sentía día a día el acoso de los alemanes, al punto que una vez enfrentó a Paul Schäfer en un camino público. Imitando el acento germano, rememora que el líder de la secta, muy molesto, le preguntó qué quería.

—Conversar con usted, don Pablo.

—No podemos hablar. Escríbame una carta.

—Pero ahora que estamos aquí al lado, usted se baja del auto… conversemos…

—¿Qué quiere?

—Saber por qué nos persiguen ustedes.

—Mande una carta— fue la respuesta del entonces poderoso jerarca, amigo personal de Manuel Contreras y protegido de Augusto Pinochet.

No fue la única vez que estuvo cara a cara con quien llegó a ser el hombre más buscado de Chile. En realidad, lo vio muchas veces y su impresión es que él “parecía que tenía como miedo de nosotros. Era divertido, porque nosotros no teníamos ningún poder, fuera de la oración”.

 Monjas encubiertas

Lo que ella nunca entendió, las razones del encono de la colonia en su contra, quedan en  evidencia en las fichas de inteligencia. En la numerada con el 12, de la “colección” sobre la madre Paulina, se relata una visita de la entonces edil de Parral a las monjas, cuando estas acababan de llegar a San Manuel. Dicho encuentro sería clave para la posterior persecución en contra de las religiosas.

Como consta en la ficha, la informante “Mami” dijo a los alemanes, el 31 de diciembre de 1977, que “las monjas son muy peligrosas según la información de la alcaldesa”, quien “cree que no son monjas, cree que solamente son gente que está tratando de vigilar y ver la entrada de la Colonia Dignidad, viendo los vehículos que pasan y los que salen y controlando. Es muy posible por la bulla que ellas sintieron que ellas tenían (SIC) un transmisor. La alcaldesa no lo escuchó, pero la Sra. Directora Departamental de Educación escuchó un ruido como que era de radio. Hay una monja joven que no habló una palabra, que creen que es extranjera. Que es diferente de las demás, porque lleva una toga diferente. La otra, cuando entró la Sra. Alcaldesa, la abrazó y la trajinó, prácticamente en medio segundo supo si iba armada o no armada la alcaldesa. Esa misma monja usaba una manta, posiblemente debajo llevaba arma”.

En la ficha 13 “la señora Elda”,  otra informante, asevera que “son gente que está preparada para hacer más de alguna cosa o transmisión y enviar todo al exterior. Mucho cuidado”.

Todo eso, se señala, fue informado por la alcaldesa al gobernador de Linares, incluyendo sus sospecha de que había “una monja muy alta, muy grande, que parecía más hombre que mujer”, además de una monja “gorda” que creían era una especie de guardaespaldas de Paulina Camus.

“Todo el tiempo, la monja gorda la había cuidado de atrás, nunca se pasó adelante, por si acaso había algún movimiento o algo, como defendiendo a la hermana del obispo, que estaba delante de ellas. La gorda es la que creen que es una extremista preparada, porque es ella la que las abrazó y las trajinó muy rápido” dice el texto.

En la ficha 14 todo queda más explícito: “de monjas no tienen nada y de espías mucho”.

Y espías de izquierda, por cierto. En el mismo informe se señala que “el 4-1-78, al abrirse la urna de la consulta nacional en la mesa de mujeres de San Manuel, se encontraron arriba tres votos de NO -los únicos entre 297 de SI- y las monjas habían sufragado al final”. Y no es todo: “el día de la Consulta Nacional, las monjas salieron muy a menudo a observar los votantes, los militares y los vocales de mesa; para disimular sacaron agua del pozo en el patio de la escuela, donde votaba la gente”.

La diferencia de estas dos informaciones con las anteriores es que en estas no se menciona una fuente de origen de los antecedentes, lo que indica que a partir de ahí era la colonia la que recolectaba los datos directamente.

Los jóvenes sospechosos

En función de ello comenzó el espionaje más directo en contra de los monjas, así como de todo su entorno. Existen minutas detalladas respecto de los movimientos de ellas, así como fichas de todas las monjas y también de los aspirantes a monjes de los Hermanos de la Paz, que provenían de un convento situado entre San Javier y Constitución.

Patricio Atton era, en ese tiempo, uno de ellos, y hoy se declara poco asombrado al saber que hay más de 20 fichas sobre él, pues asevera que sabían que los fotografiaban de noche con equipos especiales y que mandaban a los más jóvenes de la colonia a allanar las habitaciones de las monjas. “Muchas veces los vimos saliendo”, señala, agregando que, adrede, dejaban todo desordenado, con el fin de intimidar.

Por cierto, las redes de la colonia se extendían mucho más allá de su ámbito inmediato. Atton supo en aquel tiempo, por medio de un pariente que era oficial de Carabineros, que había un agente de inteligencia de esa institución que estaba destinado a seguirlo, lo que se confirma por la ficha 41 sobre Paulina Camus, que precisa que un informante llamado “Mk” dijo a los alemanes que el “Servicio de Inteligencia en Parral” (es decir, la CNI, que funcionaba en una casa que le proporcionaba la Colonia) se había interesado en las monjas, lo mismo que Carabineros.

A todos ellos les parecían sospechosos estos jóvenes, claro está. En la ficha 16 sobre la madre Paulina se lee que “a la casa donde viven estas monjas llegan permanentemente unos jóvenes en su mayoría usando barbas los que decían ser monjes, los que toman contacto con los campesinos del lugar conociendo la topografía del terreno y estandar de vida los habitantes, también estarían haciendo una campaña política en contra de actual gobierno”.

En noviembre de 1978 las cosas ya se volvieron más álgidas, cuando los colonos identificaron un auto que andaba cerca del acceso a su fundo, y vieron que “el auto paró y bajaron la PAULINA, una mujer pelirroja, otra mujer y el chofer. La pelirroja tomó una foto de la PAULINA, desde la puerta en dirección a la casa; después el chofer fotografió a la PAULINA y la pelirroja sentadas delante de la casa. Entonces subieron y salieron. El auto Mercedes les siguió y les pidió entrega de la película para revelarla; resistiendo más la PAULINA. Al final entregaron la película y se despidió en armonía”.

Ritual pagano

En el mundo maniqueo de la secta y sus adherentes, las monjas fueron convirtiéndose cada vez más (imaginariamente) en enemigos temibles y perversos. Para la inauguración de la iglesia de San Manuel, en 1979,  encabezada por el obispo Camus, una informante relató a los colonos que “empezaron unos cantos, unas tocaduras de manos, se meneaban así como quienes estuvieran bailando una cumbia, un verdadero paganismo”. La misma aseveró sobre el sacerdote que este tenía (SIC) “unos ojos que dan la impresión, una imagen de un demonio, ojos grandes, penetrantes, unos ojos que no son de bondad”.

Tras ello los hostigamientos se incrementaron, lo mismo que el espionaje. A los disparos frecuentes en contra del convento se sumaba la interceptación de todo lo que escribían o recibían las monjas y ya hacia 1982, cuando el dueño del fundo San Manuel vendió el predio a Colonia Dignidad, con un bulldozer los colonos, cortaron para siempre el agua en el lugar. Lo peor vendría a mediados de 1985.

—Ese día yo estaba en Linares hablando con el padre Juan, porque justo nos habían pedido que nos cambiáramos de San Manuel para que no nos pasara algo. Las hermanitas estaban tomando once como a las 7 y media y sintieron sonido como de unas tejas, pensaron que estaban disparando los alemanes, pero cuando salieron estaba incendiándose— recuerda Paulina Camus.

Para Atton el final de esta historia no es de extrañar, considerando la forma en que operaba la colonia y, sobre todo, porque coincide con Fernández respecto de que dicho enclave era mucho más que una secta pedófila o una organización criminal dedicada al tráfico de armas.

—El servicio de inteligencia que tenía la Colonia Dignidad yo creo que era un servicio de inteligencia a nivel mundial, súper desarrollado. No era un simple sistema de protección de civiles… investigaban a las autoridades, a los funcionarios públicos, a gente de la iglesia, era algo muy amplio. Creo que la colonia tenía mejor información que la DINA, Carabineros o cualquiera otro— señala.

Texto originalmente publicado en Qué Pasa, 2014