El plan de Al Qaeda para asesinar de Juan Pablo II

Solo algunos días después de la primera explosión del World Trade Center (sobre la cual puedes leer aquí), el jefe de operaciones de Osama Bin Laden, Khalid Sheik Mohamed, más conocido como “KSM”, se reunió en Manila con su sobrino Ramzi Yousef, el autor del bombazo.

En dicho encuentro, Yousef le expuso un plan que posteriormente se conocería como Bojinka, palabra serbia que significa explosión. La idea era hacer volar 12 aviones comerciales norteamericanos en forma casi simultánea, pero además tenía una derivada: asesinar al entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y al Papa Juan Pablo II (magnicidio intentado años antes por el ultraderechista turco Mehemet Alí Agca).

Eso no era todo. Bojinka consideraba también destruir por completo el cuartel central de la CIA en Langley, Virginia, a través de una idea que a muchos le sonó alocada en ese entonces: estrellando un avión contra dichas instalaciones, manejado por un piloto suicida.

KSM escuchó con atención lo que decía Ramzi y le pidió más detalles de cómo lograría lo que se veía más complejo: introducir 12 bombas en aviones comerciales. Yousef ya tenía la respuesta, pues le dijo que lo haría a través de explosivos plásticos (como el C-4) que cada uno de los suicidas escondería en sus zapatos, cuyos componentes, llevados por separado, podrían pasar los controles de los aeropuertos. La activación se efectuaría utilizando el cronómetro de un reloj Casio cualquiera. Yousef había calculado que bastaba una pequeña carga, instalada en sectores claves de los aviones, para partirlos en pleno vuelo.

De hecho, ya tenía completamente delineado el plan, que básicamente implicaba que en distintas partes del sureste asiático 12 militantes de Al Qaeda abordarían aviones comerciales norteamericanos con destino a ciudades como Los Angeles, San Francisco, Honolulu, Nueva York y Washington, y los harían estallar en vuelo, rumbo a América. Eso sí, advirtió a su tío, se requería mucha gente comprometida con la causa, dinero, apoyo logístico y documentación falsificada. Khalid le respondió que nada de eso sería problema. Los muyaidines sobraban y, en cuanto a lo demás, hablaría con el emir.

Tras la primera reunión con su tío en Filipinas, Yousef voló a Pakistán con un “proyecto personal” en mente. Para cumplirlo, se contactó con un terrorista local, armó una bomba tradicional y el 23 de junio de 1993, junto a su cómplice, se instalaron en las afueras de la mansión de la entonces presidenta Benazir Bhuto, en Karachi. Mientras trataban de instalar el artefacto explosivo en una alcantarilla ubicada a un costado del camino por donde pasaría el auto de la mandataria les falló un detonador, que reventó en la cara de Yousef. Pese a que la pequeña explosión llamó de inmediato la atención de los encargados de la custodia de Bhuto, quienes salieron tras ellos, lograron escapar a bordo de una moto. Ramzi quedó con serios daños en uno de sus ojos a consecuencias de este episodio.

Yousef siguió deambulando por distintas partes de Pakistán y Afganistán durante todo ese tiempo, siempre en contacto con un tal Mohamed Jamal Khalifa, un árabe que pertenecía a la “realeza” de Al Qaeda, pues estaba casado con una hermana de Bin Laden, quien se cree fue el que intermedió la mayoría de los dineros de Al Qaeda que le llegaron a Ramzi para confeccionar el plan Bojinka.

Ya en la fase preparatoria de éste, Yousef instaló una bomba de mediana potencia en un mall de Manila, que no causó mayores daños, y luego comenzó a afinar la forma de matar a Clinton, que visitaría Filipinas en noviembre de 1994. Sus opciones fueron varias, hasta que decidió que lo más efectivo sería atacar su caravana con una bomba compuesta en su mayoría por fósgeno, un gas asfixiante. Pese a que diversos motivos le impidieron concretar esa idea (entre ellas la férrea seguridad que rodeó a Clinton en esa visita), decidió reservar ese método para asesinar a Juan Pablo II, que viajaría en enero de 1995 a Filipinas. 

Atentado en vuelo

El 10 de diciembre de 1994 Ramzi decidió probar él mismo la efectividad de sus bombas antiaviones, para lo cual abordó el vuelo 434 de Aerolíneas Filipinas, el que tomó en Manila. Antes de descender en la ciudad de Cebu (el destino final del avión era Tokyo) fue al baño, con un pequeño bolso de mano cuyo contenido no había causado ningún reparo en el control del aeropuerto, pues dentro sólo había un par de lentes de contacto y dos botellas de líquido para limpiarlos. Además, llevaba un poco de algodón.

Con sumo cuidado introdujo este último material en las botellas, que en realidad contenían nitroglicerina (cerca de 700 cc. entre ambas) y esperó unos segundos hasta que el algodón se derritiera y mezclara con el químico, el cual se endureció de inmediato, formando una suerte de gelatina. Ya tenía listo su explosivo plástico.

Luego de ello, se sacó el fiel reloj Casio digital de la muñeca y desde debajo de sus zapatos recuperó los detonadores que había escondido allí. En un par de minutos la bomba estaba completamente armada. Regresó a su asiento y la deslizó bajo él. Descendió del avión en Cebu, pretextando una dolencia estomacal.

Cuando el aeroplano ya se encontraba sobre Japón, el cronómetro de la bomba accionó el explosivo, matando al ciudadano nipón que había tomado el lugar de Yousef y causando varios heridos. El piloto consiguió aterrizar de emergencia en Okinawa. Pese a la vida arrebatada y todo el daño que causó, Yousef había fallado una vez más, pues el avión no se estrelló.

El primer piloto suicida

Tras ello Yousef regresó a Manila, donde ya contaba con una pequeña célula, integrada entre otros por el piloto comercial Abdul Hakim Murad, un particular personaje que pasó a la historia bajo el triste rótulo de haber sido el primer piloto suicida diseñado para tal fin por los acólitos de Bin Laden y no sólo eso: el esquema de entrenamiento que efectó,  transitando a través de diversas escuelas de vuelo ubicadas en lugares opuestos de Estados Unidos, sería la misma pauta que años más tarde seguirían los pilotos suicidas del 11-S.

De acuerdo con un documento del FBI firmado por los agentes especiales Francis J. Pellegrino y Thomas Donlon, Murad aprendió a pilotear aviones en una escuela de vuelo de Dubai, donde conoció a un ex piloto de la Fuerza Aérea de Emiratos Arabes Unidos, llamado Nasir Alí Mubarak. Juntos decidieron viajar a Estados Unidos con el fin de obtener una licencia comercial, según dijo Murad en una de sus primeras declaraciones ante la policía filipina, aunque posteriormente admitió que ello era el primer paso de una operación formal destinada a formar pilotos suicidas, los cuales se decidió que entrenaran para ello en Estados Unidos.

A fines de 1991 Murad y Mubarak volaron a Norteamérica, provistos de visas de estudiante, pues ya se habían matriculado en la escuela de vuelo Alpha Tango Flying Service, ubicada cerca de la texana ciudad de San Antonio.

Según su testimonio, sólo estuvieron dos semanas allí, pues no les habían gustado las instalaciones, motivo por el cual compraron un auto y viajaron hasta el otro extremo del país, a la ciudad de Albany, en Nueva York, donde se inscribieron en la escuela Richmor Aviation. En ella permanecieron entre enero y febrero de 1992, en pleno invierno, una experiencia que les fue bastante difícil de sortear, al punto que Murad no lo aguantó y decidió regresar a la evocadora aridez de Texas, mientras Mubarak se quedó en Albany.

Luego de un tiempo en Texas, Murad decidió reunirse con Nasir Mubarak en Washigton y finalmente se inscribieron en otra escuela, esta vez la Coastal Aviation, ubicada en Carolina del Norte, donde Murad completó las 275 horas que requería para la licencia comercial, la que le fue concedida el 8 de junio de 1992. Mubarak también obtuvo su licencia y una vez más tomaron un auto (acompañados de un tal “Abdullah Yousef”) para regresar a California, pero esta vez a la escuela Red Bluff, ubicada cerca de Oakland, donde querían obtener licencia como instructores de vuelo. Tras algunas semanas allí (sin conseguir la licencia) Murad decidió regresar a Dubai, hacia julio de 1992, mientras Mubarak se quedó en Estados Unidos, donde vivió hasta el año 2002, cuando fue deportado.

Murad conocía a Ramzi Yousef desde 1983, cuando ambos coincidieron en una mezquita de Kuwait y, aunque aseveró que luego de ello perdieron contacto, está claro que pocos días después de que el primero regresara a su país recibió un llamado de Yousef, quien le dijo que se iba a vivir a Estados Unidos, supuestamente a estudiar. Pese a ello, Murad admitió al FBI que él sabía de sobra las reales intenciones de su amigo de la adolescencia (ambos habían nacido en 1968).

Después del bombazo al World Trade Center y el regreso de Yousef a Pakistán (donde residió varias veces en el hotel Ambassador), éste se reunió en abril de 1993 con Murad, quien se encontraba en Karachi estudiando en otra escuela de vuelo. Según Murad, en ese encuentro Ramzi le confesó su participación en el primer ataque a las Torres Gemelas. Se reunieron varias veces más y en una de ellas ocasiones, en agosto de 1994, Yousef le explicó el plan Bojinka y se lo llevó por algunas semanas a Lahore, para darle una instrucción básica sobre confección de explosivos.

Siempre de acuerdo con el testimonio presentado ante los oficiales del FBI, Murad recién volvió a saber de él en diciembre de 1994, cuando Yousef lo llamó a Dubai, pidiéndole que se trasladara a Manila. Murad obedeció y se registró en un hotel bajo el nombre de Saeed Ahmed, luego de lo cual se mudó al departamento que Yousef compartía con su tío Khalid Sheik Mohamed, en el sexto piso del edificio Doña Josefa, ubicado en la avenida Quirino, a escasas cinco cuadras de un cuartel policial. Allí, en el piso 603 de Doña Josefa, Murad conoció a otros dos integrantes de la célula, Abdul Majid, y a Wali Khan Amin Sha, un sujeto con residencia en Malasia que había combatido con tanta fiereza en Afganistán, que Bin Laden lo había bautizado como “El león”.

El armado de las bombas

Junto a Yousef pasaron varios días comprando materiales para las bombas, revisando itinerarios de vuelos y perfeccionando la forma en que iban a matar al Papa, para lo cual Murad se mandó a confeccionar una sotana (con la cual se infiltraría en la multitud), hasta que llegó el 6 de enero de 1995, una semana antes de que comenzara la visita de cuatro días que Karol Woityla realizaría a Filipinas.

Cerca de las 23 horas de esa jornada, Murad y Yousef se encontraban limpiando el departamento. Yousef estaba quemando varias sobras de productos químicos de los que utilizaban para fabricar explosivos, cuando algunos de éstos se inflamaron y despidieron una gran nube de humo que no pudieron reducir, lo que los llevó a salir corriendo.

Tras respirar un poco, se dieron cuenta que los bomberos ya estaban en camino, por lo cual Yousef decidió huir. Los bomberos llegaron y Murad los convenció que todo estaba bien, diciendo que sólo estaban jugando con fuegos artificiales. Les mostró el departamento desde la puerta y como los bomberos no vieron fuego, se retiraron.

Murad estaba por llamar a Ramzi a su celular cuando apareció el patrullero de policía Ariel Fernández. Murad, que se identificó como Saeed Ahmed, le repitió la historia y lo convenció.

Mientras Murad partía a un bar de karaoke cercano, donde lo esperaba Yousef, Fernández regresó a la estación y dio cuenta a la capitana de servicio esa noche, Aída Fariscal, quien decidió ir a echar un vistazo, pues se encontraba muy cerca. Partió hacia allá con Fernández y juntos ingresaron al departamento, quedando horrorizada ante lo que vio (y que increíblemente no llamó la atención de los bomberos): un laboratorio completo, provisto de pipetas, cubas, hornos y todo lo necesario para mezclar las decenas de productos que allí se encontraban. Sobre una mesa apreció un artefacto del que salían cables de distintos colores.

Ordenó a Fernández que pidiera refuerzos y que se retiraran. Bajó a la calle y en eso se toparon con Murad, que regresaba junto a Yousef, quien rápidamente se mezcló en el gentío al ver a los uniformados, haciendo gala del dicho que reza que soldado que huye sirve para otra batalla.

Murad volvió a repetir la misma mentira, pero Fariscal no le creyó y ordenó su detención, por lo que el piloto trató de escapar, pero no pudo.

Cerca de las dos de la mañana arribó al lugar el escuadrón antibombas, y luego de revisar el departamento encontraron una foto del Papa, el recibo por la sotana, crucifijos, rosarios y biblias católicas (pues una de las ideas que Yousef tenía era introducir este tipo de elementos en las bombas, a fin de apuntar la responsabilidad de los atentados a fundamentalistas cristianos), dos bombas completas, varios relojes Casio, químicos y, lo más importante, un laptop Toshiba y cuatro disketes encriptados, uno de los cuales contenía un archivo de texto llamado Bojinka, que además de contener la descripción completa del plan, señalaba que “todos quienes apoyan al régimen de Estados Unidos son objetivos para nuestros planes futuros”.

Tras los primeros y brutales interrogatorios ante la policía filipina, Murad dijo que el entrenamiento en Estados Unidos lo había efectuando pensando en una misión suicida, que en su caso consistía en estrellar un Cessna contra el cuartel de la CIA, y mencionó otros blancos que le seguirían: La Casa Blanca, el Pentágono y probablemente algunos rascacielos, entre ellos las Torres Gemelas, que aún veían como un objetivo “factible”. Es decir, Murad confesó siete años antes lo que Al Qaeda llevaría por fin a la práctica el 11 de septiembre

“Su casa”                

Yousef, en tanto, logró huir una vez más de la policía luego del incidente en el condominio Doña Josefa. Provisto de uno de los numerosos pasaportes falsos que poseía, tomó esa misma noche un avión con destino a Malasia. Permaneció algunos días allí y se trasladó a Tailandia.

Tras varias jornadas en Bangkok, y seguro ya de que había limpiado su rastro, regresó a su asilo de siempre, Pakistán, al amparo a su tío KSM.

Sin embargo, a principios de febrero de 1995 un nervioso pakistaní llegó hasta la embajada de Estados Unidos en ese país, asegurando saber dónde estaba Yousef, quien a esas alturas era, junto a Kasi, uno de los dos sujetos más buscados por los norteamericanos en todo el mundo.

Por cierto, su cabeza equivalía a un cheque al portador por dos millones de dólares. Se determinó que el 6 de febrero Ramzi llegaría a Islamabad (estaba en Karachi), donde alojaría en una residencial llamada “Su casa”. Tal como lo dijo el informante, Ramzi arribó esa noche con dos grandes maletas, proporcionando un nombre falso.

Cerca de las 9.30 de la mañana siguiente, mientras dormía, la policía pakistaní montó un cerco de seguridad alrededor del hostal y 10 hombres (entre ellos tres agentes de la CIA) allanaron la habitación 16, sin que Yousef siquiera alcanzar a reaccionar. En sus maletas encontraron dos autos de juguete llenos de explosivos y una lista de itinerarios de vuelos de las líneas norteamericanas United y Delta.

—Fue como un huracán, hubo mucho pánico. Lo arrastraron escaleras abajo, con la vista vendada, descalzo y atado de pies y manos. Gritaba ¡soy inocente! ¿porqué me detienen?” y exigía que le mostraran una orden de arresto— describió la escena a un corresponsal de la revista Time un supuesto hombre de negocios de Karachi, un sujeto robusto, de pelo ralo y barba de tamaño medio que se alojaba en el primer piso de la residencial, a quien dicha revista identificó como “Khalid Sheik”.

Mucho tiempo después se sabría que ese inocente testigo, a quien nadie prestó mucha atención, era Khalid Sheik Mohamed, el tío de Ramzi y jefe de operaciones de Al Qaeda.

Los norteamericanos metieron a Ramzi rápidamente en un avión militar, que despegó desde Pakistán y aterrizó en Newburgh, Nueva York. Tras las primeras audiencias judiciales, Yousef fue recluido en una prisión de máxima seguridad, donde le tocó como compañero de celda el mafioso Gregory Scarpa Jr., quien estaba ansioso por llegar a un acuerdo con el FBI, que a su vez quería saber qué todo lo que se pudiera acerca de Yousef.

De este modo, introdujeron un supuesto celular de contrabando en la celda de Scarpa, quien pronto se ganó la confianza de Ramzi, facilitándole su teléfono, todo lo cual comenzó a ser grabado. En una de las conversaciones (no se sabe con quién, aunque la mayoría de sus llamados los efectuaba hacia países árabes) dijo que “el gobierno estadounidense nunca atrapará a Bin Laden, porque sabe que una semana después de capturarlo, estallarán 12 aviones comerciales”. Las escuchas se abandonaron casi un año después de iniciadas, sin que se adoptaran mayores medidas relacionadas con ellas.

Tras enfrentar dos juicios (uno por el atentado del World Trade Center y otro por el plan Bojinka), el 8 de enero de 1998 Yousef fue declarado culpable de una serie de cargos. Antes de saber su pena, dijo en el estrado que “soy un terrorista y estoy orgulloso de ello, porque es en contra del gobierno de Estados Unidos”.

Por su parte, el juez que lo sentenció a una pena de 240 años sin posibilidad de beneficios (y que igualmente encarceló de por vida a Murad), Kevin Duffy, le respondió que “usted es un virus y debe ser encerrado muy lejos”, acusándolo de desvirtuar el Corán. Duffy cumplió su palabra y actualmente Yousef se encuentra recluido en la prisión más segura de Estados Unidos, la llamada “supermax” de Colorado, donde está aislado y permanece bajo vigilancia durante todas las horas del día y la noche.

Foto principal: El atentado contra Juan Pablo II en Roma, en 1981.