El espía de Osama Bin Laden

Como “El hombre más peligroso que he conocido” calificó el fiscal estadounidenses Patrick Fitzgerald al egipcio Alí Mohamed, con quien acababa de reunirse una noche de 1997. Además de los fallos en la inteligencia norteamericana, que había permitido que Alí hiciera cuanto se le dio gana por muchos años en Estados Unidos, su sola existencia era una prueba de lo cerca y profundo que Bin Laden había logrado penetrar en el país norteamericano.

La declaración anticipada prestada por Alí ante un Gran Jurado norteamericano, el 20 de octubre de 2000 en Nueva York, es una breve síntesis de quien estaba al frente del sistema judicial. Pidiendo clemencia por todos los cargos que se le imputaban, Alí relató que en 1992 encabezó una serie de entrenamientos militares y de inteligencia para Al Qaeda en Afganistán, luego que el año anterior hubiera estado a cargo del traslado de Bin Laden a Sudán. También especificó que fue él quien armó, junto al texano-libanés Wadi El Hage, la célula de Nairobi, que terminó matando a 224 personas en 1998, tras el atentado con un camión bomba contra la embajada de EE.UU, simultáneo a otro bombazo en la embajada de Dar es Salaam, en Tanzania.

El trabajo operativo para cometer esos ataques les llevó cinco años. De hecho, aseguró que a fines de 1993 Bin Laden le pidió que efectuara vigilancia en la embajada de Nairobi, así como en otros edificios de intereses norteamericanos en esa capital, junto a construcciones francesas, todo en represalia por la presencia de esos países en Somalía. Después de completar un informe al respecto, relató al tribunal que “volé a Kartum, donde mis archivos de vigilancia y fotografìas fueron revisados por Osama Bin Laden, Abú Hafs, Abú Zubaida y otros. Bin Laden miró la foto de la embajada americana y mostró el lugar donde debería llegar un camión con un conductor suicida”.

Más tarde efectuó similares tareas en Djibouti, pero éstas se vieron interrumpidas por un intento de asesinato que sufrió Bin Laden a fines de 1994, por lo cual éste lo llamó de vuelta, a fin de que asumiera su protección personal y entrenara un nuevo cuerpo de guardaespaldas.

Alí, el segundo hombre en traicionar a Bin Laden, era un íntimo de éste, pero a diferencia de Jamal Al Fadl, de quien ya hemos hablando antes, se trataba de un elemento muchísimo más importante.

Oficial de Ejército

Hacia 1981 Alí era uno de los tantos oficales del ejército egipcio (en ese año él ya tenía el grado de mayor) que militaban secretamente en la Al Yihad Egipcia, grupo radical de pensamiento takfir, uno de cuyos principales líderes era el hoy en día número dos de Al Qaeda, Aymán Al Zawahiri.

El 6 de octubre de 1981 un oficial del ejército, Khalid Islambouli, militante de Al Yihad, saltó del carro en el cual desfilaba al frente del presidente egipcio Anwar el Sadat (un hombre que se había acercado en sus últimos años a Estados Unidos e Israel) y abrió fuego contra la platea oficial, asesinando al presidente y a otras 11 personas.

Como se estableció posteriormente, este crimen, que resultó un punto de inflexión para lo que más adelante sería Al Qaeda, estuvo inspirado en una fatwa emitida meses antes por el jeque ciego Omar Abdel Rahmán, líder de la Yamaa Islamiya, grupo que se intersectaba en muchos puntos con Al Yihad, pero que poseía una estructura distinta. Rahmán fue detenido y liberado a los seis meses, luego que su hábil abogado convenciera a los jueces que cuando el jeque dijo que había que “asesinar a un gobernante que se había alejado de Dios” no había hecho ninguna referencia específica hacia Sadat.

Prácticamente todos los militantes de Al Yihad y de la Yamaa Islamiya fueron detenidos en los días subsiguientes, pero Alí escapó indemne de los arrestos masivos debido a que poseía una coartada incontrarrestable: el mismo día del magnicidio se encontraba fuera del país, en Estados Unidos, participando de un programa anual de capacitación que el famoso escuadrón de los Green Berets (comandos especiales) del ejército norteamericano dictaba a militares de países amigos.

Pese a ello, Alí quedó “marcado” ante sus superiores, quienes finalmente consiguieron darle de baja en 1984, luego de lo cual, llamativamente, consiguió un puesto como supervisor de seguridad en la línea aérea estatal Egypt Air.

Ese mismo año Zawahiri salió en libertad tras cumplir tres años de prisión por el crimen de Sadat, período en que se convirtió en una gran celebridad, al asumir la vocería de los imputados en el mediático juicio que se les realizó. El día que se inició el juicio, en el cual había 300 imputados, Zawahiri gritó: “¿Quiénes estamos aquí? ¿Por qué nos traen aquí y qué quieren que digamos? Sobre la primera pregunta… ¡Somos musulmanes! ¡Somos musulmanes que creemos en nuestra religión! ¡Somos musulmanes que creemos en nuestra religión, tanto en la ideología como en la práctica, y por eso tratamos de hacer lo mejor en pos de establecer un estado islámico y una sociedad islámica!”, ante lo cual la multitud de acusados respondió: “¡No hay dios sino Alá!”

Recién recobrada su libertad, Zawahiri llamó a Alí y le pidió dos cosas: que le confeccionara un informe sobre la mejor forma de hacer estallar un avión en el aeropuerto de El Cairo y que luego viajara a Estados Unidos con el fin de infiltrarse en la inteligencia de ese país.

En Estados Unidos

Como relata Peter Lance en el libro Triple Cross, Alí cumplió ambos mandatos. Luego de confeccionar el reporte solicitado, se dirigió a la embajada norteamericana en El Cairo, donde se ofreció como informante.

Lo destinaron a Hamburgo, con la instrucción de conseguir todo lo que pudiera de una mezquita controlada por Hezbollá. Una vez en ella, Alí comunicó a todos que lo había enviado la CIA. Estuvo por varios meses allí, supuestamente espiando para los norteamericanos, y para cuando anunció a sus agentes de control que la misión había terminado, ya estaba volando a Estados Unidos.

Aterrizó el 6 de septiembre de 1985 en Nueva York, en un viaje en el cual conoció a una joven latina con residencia en Santa Clara (en el Sillicon Valley, en San Francisco), con la cual conversó todo el viaje, hasta que logró casarse con ella seis semanas más tarde. Pese a que la CIA tenía otro informante dentro de la mezquita de Hamburgo y sabía de la traición, motivo por el cual lo calificaron como una fuente en la cual no se podía confiar, ya estaba en Estados Unidos. Un reporte del diario The Globe, de Boston, sin embargo, asevera que el verdadero motivo de su ingreso sin problemas a Estados Unidos es que se encontraba trabajando para un programa clandestino de la CIA.

Como sea, Alí no perdió el tiempo y postuló al ejército, donde fue aceptado sin problemas, alcanzando el grado de sargento de reserva en una unidad de Green Berets, recibiendo en su primer año allí una felicitación por su “desempeño excepcional” en los test físicos.

En 1987 su unidad fue enviada a efectuar un entrenamiento a comandos egipcios. Allí fue reconocido por sus excamaradas, que avisaron a los oficiales norteamericanos que ése sujeto en realidad era un peligroso radical islamista, vinculado a los terroristas que habían asesinado a Sadat.

Fue devuelto de inmediato a Estados Unidos, pero no fue dado de baja y, contrario a ello, fue incluido en un programa de charlas sobre la realidad de medio oriente de la Escuela Militar John F. Kennedy. Muchas de esas conferencias fueron grabadas en video (de ahí procede la foto que ilustra este texto) y hasta el día de hoy resultan sencillamente asombrosas. En una de ellas, vestido de civil, otros oficiales le preguntan acerca de la realidad en Pakistán, Irán y Afganistán, a lo que responde con total convicción (y en ningún caso en tono académico) que “el Islam no puede sobrevivir sin la dominación política”. En 1998 quedó bajo las órdenes del coronel Robert Anderson, quien muy luego se convenció que Alí era un “fanático peligroso”.

En 1988 Alí comenzó a acudir a la mezquita de Al Farouk, en la cual se puso a trabajar con el reclutador Mustafá Shalabi, quien le solicitó que viajara a Afganistán para entrenar a los jóvenes que, como Al Fadl, estaban llegando a los centros de adiestramiento. Alí comunicó a Anderson que partía a Peshawar y pese a la negativa de éste, de todos modos lo hizo.

Apenas entró a la oficina de su comandante para reportarse un par de meses más tarde, lanzó encima las hebillas y placas de identificación de un Spetznaz, un comando soviético, al cual decía que había asesinado con sus propias manos. Además de ello, entregó un informe sobre las fuerzas soviéticas estacionadas en Afganistán. Anderson dice que escribió un reporte muy detallado pidiendo que la inteligencia del ejército investigara a Alí, que se le iniciara un juicio ante una corte marcial y que luego se lo deportara, pero asevera que dicho informe fue ignorado, pese a lo extraño que resultaba pensar que “un soldado ordinario no fuera sancionado luego de ir a combatir en una guerra de otro país”, como reportó el San Francisco Gate.

 

En 1989 el propio Alí pidió su baja, pues necesitaba dedicarse a tiempo completo a entrenar lo que más tarde se conocería como “la célula de Brooklyn”, encabezada por un ex combatiente de Afganistán llamado Said Nosair. Para ello, se reunía con los miembros de dicha célula no sólo en la mezquita de Al Farouk, sino también en la mezquita Al Saalam de Jersey City, y también les enseñaba tiro de AK-47 en un polígono completamente legal. Ese año el FBI recibió información en orden a que Nosair y otros sujetos estaban complotando para instalar una bomba, por lo cual los siguieron por un mes, captando numerosas fotos en las cuales se ve a Alí enseñándoles a disparar. Sin embargo, nunca instalaron una bomba y la investigación se archivó.

La célula de Brooklyn

Siempre en 1989, Alí regresó a su casa de Santa Clara, donde junto a otro ex muyaidín comenzó a articular una célula en la costa oeste, pero todo cambió cuando en julio de 1990 el jeque ciego, Omar Abdel Rahman, quedó en libertad y voló a Sudán y de allí… a Estados Unidos.

De acuerdo con una acusación presentada en contra de todos ellos en 1994, el jeque ciego comenzó a principios de 1989 a articular una organización yihadista en Nueva York, que incluía la obtención de fondos y el entrenamiento paramilitar de sus miembros, con el fin de iniciar una guerrilla terrorista urbana en contra de una serie de objetivos. Una vez medianamente armada dicha organización el jeque partió a dirigirla personalmente, como emir del grupo y, siguiendo la lógica salafista, “proveyó (a sus seguidores) del consejo necesario respecto de las acciones yihadistas, incluyendo aquello que era permitido y aquello que no dentro de la ley islámica, desde su interpretación radical, al tiempo que les dio asesoría estratégica sobre cuáles eran los medios más efectivos para lograr los objetivos de la organización yihadista”.

Pese a que Zawahiri había tenido severas disputas teológicas con Rahmán cuando ambos estuvieron presos en El Cairo, la yihad está por sobre todo, y así fue que Zawahiri convenció a Bin Laden de financiar no sólo el traslado del nuevo emir de Brooklyn, sino también todos sus gastos personales. Como era lógico, el jeque partió a instalarse a la mezquita Al Farouk, cuyo control asumió de inmediato, aprovechando de paso de declarar una fatwa contra el país que lo estaba acogiendo.

El 5 de noviembre de 1990, Nosair cometió uno de los más sonados crímenes religiosos previos al 11S, cuando asesinó a tiros en Nueva York al rabino Meir Kahane, creador de la Liga de Defensa Judía (Jewish Defense League, JDL), un grupo surgido en los años 80 con el fin de controlar el antisemitismo y defender intereses judíos de ataques de pandillas, pero que pronto comenzó a ampliar su giro, pues Kahane terminó conformando una verdadera organización paramilitar que comenzó a atacar intereses de la Organización para la Liberación de la Palestina (OLP) y de la Unión Soviética. Hasta 1983 se atribuía a la JDL la comisión de más de 50 atentados en Estados Unidos, casi todos con bomba.

Pese a los estrechos vínculos de Alí con Nosair (cuyo defensor dijo en el juicio que su cliente en realidad era un agente del gobierno norteamericano, reclutado a través de Alí), el espía dio un nuevo paso en su ya temeraria carrera, ofreciéndose al FBI como informante. Tal como lo esperaba, el organismo policial aceptó la idea, solicitándole que “se infiltrara” en la mezquita de Santa Clara, donde el FBI tenía certeza de que “alguien” estaba organizando una célula terrorista.

Luego de eso, Alí viajó nuevamente a un campo de entrenamiento de Afganistán a dictar clases, pero de un tipo muy especial: cómo secuestrar aviones, con especial énfasis en la forma de introducir cuchillos a ellos, conocimientos que junto a los otros que poseía, cristalizaron en el primer manual de entrenamiento que tuvo Al Qaeda.

Alí fue finalmente arrestado en 1998, en su casa de California, y una vez en prisión alcanzó un acuerdo con las autoridades norteamericanas. Actualmente nadie sabe si está vivo, muerto, preso o acogido al Programa de Protección de Testigos, aunque todo indica que esta es la mayor posibilidad.