El Drácula de Netflix y BBC: un regalo para los amantes de Bram Stoker

¿Es Drácula una novela de terror? Sí y no. Por cierto, no es una novela común, escrita en tercera o en primera persona, sino una novela construida, entre otras cosas, en función de cartas, telegramas, recortes de diario, la bitácora de un barco y los diarios de vida de personajes como el del abogado Jonathan Harker; el de su prometida, Willhelmina (Mina) Murray; el de su amiga, la siempre sonámbula Lucy Westenra, o el del psiquiatra John Seward (que alucinaba con ese extraño y gran personaje que es Renfield), documentos que trasuntan una idea mucho más terrorífica que la imagen de un par de colmillos manchados de sangre, pues se remiten al dolor de quien está condenado a sufrir por un amor perdido y por toda la eternidad, genera un caos de destrucción en torno a la idea de poder recuperarlo.

Publicada en 1898, fue escrita por el británico Bram (Abraham) Stoker, un director de teatro que era amigo de celebridades de la época, entre las que se contaban Walt Whitmann, Arthur Conan Doyle y el norteamericano Mark Twain, entre otros. Su esposa, Florence Balcombe, había sido previamente cortejada por Oscar Wilde, dice Leslie S. Klinger en ese magnífico libro que es “Drácula anotado”.

En 1890 Bram Stoker, relata ella también, se topó con el nombre “Drácula” en una biblioteca rural, y desde entonces comenzó a inventar la historia del conde. Otro personaje masculino del libro, el abogado Jonathan Harker, se cree que lo modeló a partir de su propio conocimiento del mundo de las leyes, dado que por esas fechas Stoker había decidido estudiar derecho en Londres.

Aunque publicó otras ocho novelas, nunca llegó a conocer el éxito, pues murió en 1912 supuestamente a causa de sífilis. Solo años más tarde, cuando los derechos de autor fueron adaptados para el cine, el libro se convirtió en un éxito de ventas.

Se sabe poco respecto de donde surgió la idea de Drácula. Es muy popular hoy en día la versión de que se trata de una alusión al principal rumano Vlad Tepes, “El empalador”, pero la misma Klinger cita a otra estudiosa del tema, Elizabeth Millar, indicando que no existe ninguna referencia en ese sentido.

Por supuesto, no fue Stoker quien creó la idea del vampiro. Alejandro Lillo dice en su libro “Miedo y deseo: una historia cultural de Drácula” que el primer texto moderno de ficción en que aparece ese ser mítico es un poema de 1748 llamado “Der Vampir”, de Heinrich August Ossenfelder, mientras que el primer texto en prosa en que se escribió sobre vampiros fue “Wake not the dead”, de 1800, atribuido a dos posibles autores: Ludwig Tieck o Ernst Raupach.

En 1819 John Polidori publicó una historia breve llamada “El Vampiro” y de allí en adelante, precisa Lillo, muchos otros autores la usaron, entre ellos Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire, Alejandro Dumas padre y Rubén Darío (en el cuento “Thanatopía”, de 1893, que pueden leer aquí).

El cine

Sin embargo, el vampiro se convirtió en uno de los mitos mundiales por excelencia a gracias a su debut en el cine, especialmente a partir del “Nosferatu” de Murnau, de 1922, y del “Drácula” de Tod Browning de 1931, aún consideradas como algunas de las grandes películas de la historia de la pantalla grande.

Después de eso, el vampiro se convirtió en un ícono, y para quienes crecieron en el Chile de los 70-80, condenados a ver “Tardes de cine” en Televisión Nacional, las películas de Drácula (y muchas más) de la antigua casa Hammer se convirtieron en un imperdible, en algo que muchos aún asocian a pan tostado con margarina y té Orjas.

En medio de la censura de la época, las películas de vampiros parecían inofensivas y así fue como pudimos ver muchas de las realizaciones tipo B que hacía el estudio Hammer, con grandes películas en las cuales Cristopher Lee hacías las veces de Drácula y Peter Cushing de su infatigable perseguidor, Van Helsing.

Algunos de los títulos notables fueron “Drácula”, “Drácula regresa de las tinieblas” y “El poder de la sangre de Drácula”, aunque también tuvimos que ver bodrios como “Kung Fu contra los siete vampiros de oro” y algo mucho peor, pero que en defensa de los británicos de Hammer, fue realizada en Estados Unidos: “Billy the kid contra Drácula”.

Por aquellos años el cóctel vampírico de TVN también incluía series como “Sombras tenebrosas”, con Barnabás Collins, así como la película “Salem’s Lot”, basada en la novela de Stephen King del mismo nombre, que acá dieron partida en cuatro partes.

Si aún siente nostalgia por aquellas películas que apenas se veían, entonces lo que BBC y Netflix prepararon para la reedición de Drácula 2020 es para usted, pues hay un regusto muy fuerte a la casa Hammer en la producción, sobre todo debido a los escenarios muy cerrados que se usan, la estética del castillo y los tiros de cámara.

Además, a diferencia de la tentación de reinventar personajes ficticios que ya gozan de cierta identidad, los productores de esta miniserie, dividida en tres partes de 90 minutos aprox. cada una, optaron por lo clásico.

Así, John Heffernan se parece al Jonathan Harker original de la casa Hammer (John van Eyssen) y el actor que interpreta a Drácula, Claes Bang, tiene un aire, una suerte de hermanamiento siniestro, con Cristopher Lee, lo que también sucede con la nueva Mina Murray, Morfydd Clark.

La historia es bastante fiel a la original y, si bien se permite algunas licencias al inicio, como el giro que le dan a la monja Agatha, y la personalidad extrovertida y burlona que tiene este Drácula remasterizado, o el incidente (no diremos más) del convento, la producción mantiene de un gran modo la atmósfera del libro y de la trama original, a lo que se suma una fotografía tremendamente cuidada, así como un guión muy limpio y bien urdido. No por nada, uno de sus autores es Steven Moffat, el guionista de “Dr. Who”, pero también la pluma detrás de otro remake de gran éxito de la BBC: “Sherlock”, con Benedict Cumberbatch.

Ah, y por supuesto: hay sangre, mucha sangre, e incluso algunos efectillos especiales de medio pelo que, sin duda, son un homenaje a la casa Hammer.